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KnoWhy #583

¿Qué sabemos acerca del lenguaje nefita?

noviembre 5, 2020
KnoWhy #583
Calendario Azteca, fotografía por Don Bayley
Calendario Azteca, fotografía por Don Bayley
“Y he aquí, hemos escrito estos anales según nuestro conocimiento, en los caracteres que entre nosotros se llaman egipcio reformado; y los hemos transmitido y alterado conforme a nuestra manera de hablar. Y si nuestras planchas hubiesen sido suficientemente amplias, habríamos escrito en hebreo; pero también hemos alterado el hebreo… y ningún otro pueblo conoce nuestra lengua”
Mormón 9:32–34

El conocimiento

Los esfuerzos por comprender el lenguaje nefita se han enfocado evidentemente en el hebreo y el egipcio, puesto que esos son los idiomas mencionados en el Libro de Mormón (1 Nefi 1:2; Mormón 9:32–33)1. Por muy productivos y útiles que estos estudios hayan sido, es importante recordar que el lenguaje nefita no permaneció estancado a lo largo de su historia. Después de ayudar a su padre a compilar y compendiar la riqueza de casi un milenio de registros nefitas, Moroni mencionó que tanto el egipcio, como el hebreo, habían sido “alterado[s]” con el paso del tiempo, al punto que “ningún otro pueblo [conocía su] lengua” (Mormón 9:32–34).

De hecho, algo que suele suceder con los idiomas es que cambian drásticamente a través de largos períodos de tiempo, hasta el punto en que las primeras etapas del mismo idioma pueden ser completamente indescifrables para los hablantes contemporáneos. Por ejemplo, el inglés antiguo de hace 1000 años, es en gran parte incomprensible para los hablantes del inglés moderno. Por lo tanto, sin un acceso directo a los registros nefitas en su lenguaje original, es imposible determinar cuán extensas fueron las alteraciones y los cambios. Siendo así, John L. Sorenson concluyó: “En conjunto, estos hechos significan que no tenemos idea del lenguaje que Mormón estaba utilizando”2.

En las últimas décadas, las investigaciones de las lenguas nativas americanas realizadas por el lingüista Brian D. Stubbs podrían ayudar a esclarecer las preguntas acerca de la lingüística nefita. Stubbs es una autoridad reconocida en el estudio de la familia de lenguas uto-aztecas, misma que incluye alrededor de 30 lenguas habladas por los nativos, principalmente en el oeste de México y el suroeste de los Estados Unidos3. También tiene formación en lenguas semíticas y del Cercano Oriente, lo que le da una rara combinación de formación en lenguas del Viejo y del Nuevo Mundo4.

A medida que Stubbs comenzó a estudiar las lenguas uto-aztecas, notó muchas similitudes con las lenguas semíticas que había estudiado anteriormente. En las primeras etapas, identificó varios cientos de posibles cognados (palabras que tienen el mismo origen lingüístico) entre el hebreo y las uto-aztecas5. A medida que continuó sus estudios, la lista se amplió a más de 1000 conexiones potenciales, y también descubrió vínculos con el egipcio6. Finalmente, después de tres décadas de investigación, Stubbs publicó un estudio exhaustivo que documentaba 1528 conexiones totales entre las lenguas uto-aztecas y semíticas o egipcias7.

A pesar de lo impresionante que es esta lista, Stubbs sospechaba que cualquier propuesta que argumentara que las lenguas del Viejo Mundo tenían una influencia considerable en una familia de lenguas del Nuevo Mundo sería recibida con escepticismo y resistencia. Por lo tanto, hizo un esfuerzo diligente para asegurarse de que aplicaba las herramientas metodológicas más estrictas a sus estudios. Por ejemplo, en su larga lista de posibles cognados, Stubbs ha documentado un patrón constante de cambios de sonido. Esto añade solidez a sus impresionantes datos porque los cognados en las lenguas relacionadas a menudo muestran cambios fonéticos consistentes.

Por ejemplo, en las lenguas uto-aztecas, Stubbs observó que el sonido b de las palabras semíticas se convertía constantemente en kw, de manera similar a un cambio que se sabe que se produce en otras lenguas afines8. Así, el término baka(y) semítico, “llorar”, se relaciona con la palabra uto-azteca reconstruida kweke, que también significa “llorar”9. Y el término semítico bahamat, que significa “espalda”, corresponde con el término uto-azteca kwahami, “espalda”10. En cada caso y en otros 40, las palabras y los significados son casi idénticos, y cada uno exhibe un cambio de b en semítico a kw en uto-azteca.

Además del cambio de b a kw, Stubbs encontró otra variedad semítica en la que b cambia a p en uto-azteca. La raíz semítica para relámpago es baraq, y en uto-azteca el término relámpago se reconstruye como perok11. La palabra uto-azteca yasipa, “sentarse, habitar”, corresponde con el hebreo yašiba, “sentarse, habitar”12. Además del término uto-azteca kweke para “llorar”, paka es otra palabra reconstruida para “llanto” en uto-azteca, que corresponde al baka(y) semita13. De nuevo, en cada caso las palabras y los significados en los dos idiomas son casi idénticos, excepto por el cambio de la b en semítico a la p en uto-azteca.

El cambio de b a p también es evidente en los cognados egipcios que encontró Stubbs. Por ejemplo, en egipcio sbk se refiere al cocodrilo y también es el nombre del dios cocodrilo (Sobek). En uto-azteca, la palabra para cocodrilo se reconstruye como supak o sipak14. La palabra egipcia bit significa abeja, mientras que pitV en uto-azteca significa abeja o avispa15. De manera similar, bik en egipcio se refiere a los halcones, y pik en uto-azteca se refiere a los gavilanes16.

La presencia de dos diferentes cambios típicos y consistentes para la b semítica (uno para kw y otro para p), junto con otros detalles, parecía indicar a Stubbs que había dos variedades de semítico que influían en las lenguas uto-aztecas, cada una con su propio conjunto de rasgos distintivos. Ambas parecen ser hebreas, pero una (la que Stubbs llama semítico-p) muestra la influencia del arameo17, mientras que la otra (semítico-kw) parece tener influencia fenicia18. Los cognados egipcios manifiestan muchos de los mismos cambios de sonido consistentes con los cognados del semítico-p19.

Cada variedad contribuye con 400 a 700 (de un total de 1528) cognados potenciales con las lenguas uto-aztecas. Esto es digno de mención porque normalmente solo de 50 a 200 cognados son suficientes para establecer una relación entre dos lenguas20. En total, Stubbs estima que aproximadamente del 30 al 40% de las lenguas uto-aztecas se deriva de las lenguas semíticas y egipcias21, las cuales argumenta que se mezclaron con los elementos nativos americanos uto-aztecas entre 2500 y 3000 años atrás22.

De manera importante, Stubbs encuentra que reconocer la presencia del semítico y egipcio criollo en las lenguas uto-aztecas resuelve siete de las nueve preguntas persistentes y sin respuesta que los lingüistas tienen sobre las lenguas uto-aztecas23. Por lo tanto, estos datos tienen esa clase de “poder explicativo” que “los lingüistas buscan para identificar lo mejor entre las teorías que compiten para explicar lo que sucede en el lenguaje”24.

El porqué

Aunque algunos lingüistas han expresado sus reservas25, varios lingüistas y otros investigadores han quedado impresionados por el minucioso trabajo de Brian Stubbs26. El propio Stubbs reconoce que “la aceptación general entre los lingüistas sobre la vinculación entre las lenguas uto-aztecas y las del Cercano Oriente tardará un tiempo o puede que nunca suceda”. Sin embargo, confía en que “el caso del vínculo del Cercano Oriente con el de las lenguas uto-aztecas es sólido”27. Incluso si los datos son sólidos, Stubbs ha reconocido que encontrar hebreo o egipcio en una familia de lenguas nativas americanas “no valida necesariamente el Libro de Mormón, ya que un elemento semítico… posiblemente podría haber llegado no necesariamente de Lehi y Mulek”28.

Sin embargo, estos datos encajan extraordinariamente bien con lo que se presenta en el Libro de Mormón29. El libro informa de la llegada de dos pueblos de habla semítica en el Nuevo Mundo, dentro de una proximidad geográfica relativamente estrecha entre sí, a principios del siglo VI a. C. El primer grupo, Lehi y su familia, tenía raíces en el reino del norte de Israel (1 Nefi 5:14). El norte de Israel tenía fronteras con regiones de habla aramea, lo que influyó en su dialecto del hebreo30. Este mismo grupo también tenía conocimientos de egipcio (1 Nefi 1:2). Esto podría explicar la presencia del hebreo con influencia aramea (semítico-p), además del egipcio con cambios de sonido similares en las lenguas uto-aztecas.

Se sabe menos acerca del segundo grupo (el pueblo de Mulek), excepto que salieron de Jerusalén aproximadamente en la misma época que el primero, y para cuando los dos grupos se fusionaron (en el siglo II a. C.), sus lenguas ya eran mutuamente incomprensibles (Omni 1:15-17). Sin embargo, considerando cuidadosamente las pistas sutiles, los investigadores Santos de los Últimos Días han sugerido que llegaron al Nuevo Mundo a bordo de un barco fenicio31. Esto podría explicar la presencia del hebreo con influencia fenicia (semítico-kw), con cambios de sonido independientes de las otras dos vertientes del lenguaje del Cercano Oriente en uto-azteca.

Stubbs propone que las lenguas uto-aztecas pueden descender del lenguaje nefita-mulekita de alrededor de la época de Alma32. Si ese es el caso, puede proporcionar lo que él llama una “imagen borrosa” del lenguaje del Libro de Mormón33. Por muy borrosa que sea, la posible visión que esta imagen pueda proporcionar a los estudios lingüísticos del Libro de Mormón aún no se ha realizado plenamente.

Por ejemplo, las lenguas uto-aztecas podrían utilizarse potencialmente para complementar los estudios de los nombres del Libro de Mormón, que hasta ahora se han centrado predominantemente en los antiguos idiomas del Cercano Oriente34. Además, dado que varios de los cognados semíticos y egipcios en uto-azteca tratan sobre plantas y animales, estas palabras pueden dar respuesta a preguntas acerca de plantas y animales aparentemente anacrónicos en el Libro de Mormón35.

Además de informar a los lectores sobre ciertos aspectos del texto, los hallazgos de Stubbs, suponiendo que sean sólidos, podrían estar entre las evidencias más poderosas encontradas hasta ahora para el Libro de Mormón36. Como explicó Stubbs:

El punto fuerte de la evidencia del lenguaje es que si se ha preservado lo suficiente como para ser documentado lingüísticamente, entonces el lenguaje se encuentra entre los tipos de evidencia más fuertes. Las familias lingüísticas no se pueden inventar. Los registros escritos desenterrados en América son a menudo etiquetados como engaños… pero los vínculos lingüísticos, cuando son evidentes, muestran vínculos específicos desde la antigüedad hasta los tiempos modernos, y los miles de hablantes de las lenguas relacionadas, están por encima de la falsificación37.

Con las formidables publicaciones de Stubbs ahora disponibles, esta evidencia tiene el potencial de incrementar el conocimiento sobre la lengua nefita, y por lo tanto sobre el texto sagrado del Libro de Mormón.

Otras lecturas

Brain D. Stubbs, Changes in Languages: From Nephi to Now, 2nd ed. (Blanding, UT: Four Corners Digital Design, 2020).

Jeff Lindsay, “The Next Big Thing in LDS Apologetics: Strong Semitic and Egyptian Elements in Uto-Aztecan Languages”, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 26 (2017): 227–267.

Brian D. Stubbs, Exploring the Explanatory Power of Semitic and Egyptian in Uto-Aztecan (Provo, UT: Grover Publications, 2015).

John L. Sorenson y Brian D. Stubbs, “Was There Hebrew Language in Ancient America? An Interview with Brian Stubbs”, Journal of Book of Mormon Studies 9, no. 2 (2000): 54–63, 83.

 

1. Para conocer ejemplos recientes, véase Matthew L. Bowen, Name as Key-Word: Collected Essays on Onomastic Wordplay and the Temple in Mormon Scripture (Orem, UT: The Interpreter Foundation, 2018); Donald W. Parry, Preserved in Translation: Hebrew and Other Ancient Literary Forms in the Book of Mormon (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y BYU Religious Studies Center, 2020).
2. John L. Sorenson, Mormon’s Codex: An Ancient American Book (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship, 2013), 173.
3. Sus publicaciones en estudios uto-aztecas incluyen: Brian Darrel Stubbs, “The Labial Labyrinth in Uto-Aztecan”, International Journal of American Linguistics 61, no. 4 (1995): 396–422; Brian D. Stubbs, “More Palatable Reconstructions for Uto-Aztecan Palatals”, International Journal of American Linguistics 66, no. 1 (2000): 125–137; Brian D. Stubbs, “The Comparative Value of Tubar in Uto-Aztecan”, en Uto-Aztecan—Structural, Temporal, and Geographic Perspectives: Papers in Memory of Wick R. Miller, ed. Eugene H Casad y Thomas L. Willett (Hermosillo, Mexico: Universidad de Sonora, 2000), 357–369; Brian Stubbs, “New Cognate Sets Yield New Perspectives for Uto-Aztecan Reconstructions”, en Studies in Uto-Aztecan, ed. Luis M. Barragan y Jason D. Haugen (MIT Working Papers on Endangered and Less Familiar Languages, no. 5, 2003), 1–20; Brian D. Stubbs, Uto-Aztecan: A Comparative Vocabulary (Blanding, UT: Rocky Mountain Books, 2011). Esta publicación final (el vocabulario comparativo) ha sido elogiada como “una contribución monumental, elevando las lenguas UA’s a un nuevo nivel”. Véase Kenneth C. Hill, review of Uto-Aztecan: A Comparative Vocabulary, por Brain D. Stubbs, International Journal of American Linguistics 78, no. 4 (2012): 591–592.
4. Específicamente, Stubbs estudió hebreo, árabe y egipcio (así como navajo) como una licenciatura en BYU. Luego comenzó a trabajar en estudios semíticos en la Universidad de Utah antes de pasar a la lingüística, completando una maestría centrándose en las lenguas uto-aztecas. Después continuó con un doctorado (sin tesis) en semítico.
5. El trabajo de Stubbs fue publicado por primera vez por FARMS, en diciembre de 1987. Véase “Hebrew and Uto-Aztecan: Possible Linguistic Connections”, en Reexploring the Book of Mormon: A Decade of New Research, ed. John W. Welch (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y FARMS, 1992), 279–281. FARMS presentó un informe preliminar de su trabajo al año siguiente, con 206 conexiones propuestas. Véase Brian Stubbs, “Elements of Hebrew in Uto-Aztecan: A Summary of the Data”, FARMS Preliminary Report, 1988.
6. Véase Brian Darrel Stubbs, “Looking Over vs. Overlooking Native American Languages: Let’s Void the Void”, Journal of Book of Mormon Studies 5, no. 1 (1996): 1–49.
7. Véase Brian D. Stubbs, Exploring the Explanatory Power of Semitic and Egyptian in Uto-Aztecan (Provo, UT: Grover Publications, 2015).
8. Véase Stubbs, “Elements of Hebrew”, 7 y Stubbs, “The Labial Labyrinth”, 396–422 para un análisis más técnico de los cambios de b o p a kw o gw.
9. Stubbs, Exploring, 71, no. 24.
10. Stubbs, Exploring, 68, no. 7.
11. Stubbs, Exploring, 158, no. 527.
12. Stubbs, Exploring, 66, no. 3.
13. Stubbs, Exploring, 71, no. 24.
14. Stubbs, Exploring, 87, no. 115.
15. Stubbs, Exploring, 95, no. 141. La V mayúscula al final de pitV representa una vocal incierta.
16. Stubbs, Exploring, 95, no. 142.
17. Stubbs, Exploring, 157–302.
18. Stubbs, Exploring, 65–84.
19. Stubbs, Exploring, 87–156.
20. Stubbs, Exploring, 1, 9.
21. John L. Sorenson y Brian D. Stubbs, “Was There Hebrew Language in Ancient America? An Interview with Brian Stubbs”, Journal of Book of Mormon Studies 9, no. 2 (2000): 57.
22. Brian D. Stubbs, “Answering the Critics in 44 Rebuttal Points”, Interpreter: A Journal of Latter-day Saint Faith and Scholarship 37 (2020): 239.
23. Stubbs, Exploring, 303–319.
24. Stubbs, Exploring, 1.
25. Para conocer las críticas al trabajo de Stubb, véase Chris Rogers, “A Review of the Afro-Asiatic:Uto-Aztecan Proposal”, Journal of Book of Mormon Studies 28 (2019): 258–259; Magnus Pharao Hansen, “An Evaluation of the Nahuatl Data in Brian Stubbs’ work on Afro-Asiatic/Uto-Aztecan”, Nahuatl Studies (blog), September 12, 2019. Stubbs, “Answering the Critics”, 237–292, responde a estas críticas. John S. Robertson, “An American Indian language Family with Middle Eastern Loanwords: Responding to A Recent Critique”, Interpreter: A Journal of Latter-day Saint Faith and Scholarship 34 (2019): 1–16 también comenta en defensa de Stubbs. Véase también Brian D. Stubbs y Joseph M. Spencer, “Historical Linguistics and the Book of Mormon: An Interview”, Journal of Book of Mormon Studies 29 (2020): 215–230.
26. David H. Kelley, un lingüista mesoamericano que contribuyó a la decodificación del maya, examinó una versión preliminar del análisis de Stubbs, y comentó: “Es la pieza de investigación más interesante y significativa que he visto en años” (citado en Stubbs, Exploring, 436). John S. Robertson, otro destacado mayista y lingüista histórico, dijo: “Como practicante del método histórico comparativo durante más de 40 años… no puedo encontrar una manera fácil de objetar la magnitud e intensidad de los datos” (John S. Robertson, “Exploring Semitic and Egyptian in Uto-Aztecan Languages”, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 25 [2017]: 114). Otros, como Dirk Elzinga, Roger Westcott y Stephen C. Jett también han quedado impresionados. Véase Dirk Elzinga, review of Exploring the Explanatory Power of Semitic and Egyptian in Uto-Aztecan, por Brain D. Stubbs, BYU Studies Quarterly 55, no. 4 (2016): 172–176; Roger Williams Westcott, “Early Eurasian Linguistic Links with North America”, en Across Before Columbus? Evidence for Transoceanic Contact with the Americas Prior to 1492, ed. Donald Y. Gilmore y Linda S. McElroy (Edgecomb, ME: New England Antiquities Research Association, 1998), 195–196; Stephen C. Jett, review of Exploring the Explanatory Power of Semitic and Egyptian in Uto-Aztecan, por Brain D. Stubbs, Pre-Columbiana: A Journal of Long-Distance Contacts 6, nos. 2–4 (2015–2017): 44–46. Stephen C. Jett, Ancient Ocean Crossings: Reconsidering the Case for Contacts with the Pre-Columbian Americas (Tuscaloosa, AL: University of Alabama, 2017), 346 también cita de manera positiva el trabajo de Stubbs.
27. Brain D. Stubbs, Changes in Languages: From Nephi to Now, 2nd ed. (Blanding, UT: Four Corners Digital Design, 2020), 121. La abreviatura de Stubbs de las lenguas uto-aztecas a UA ha sido silenciosamente reemplazada por el término completo.
28. Stubbs, “Looking Over”, 6.
29. Stubbs, Changes in Languages.
30. Por ejemplo, Gary A. Rendsberg, How the Bible is Written (Peabody, MA: Hendrickson, 2019), 491–500 analiza el “Hebreo Israelí” (hebreo hablado por los israelitas del norte), mencionando e incluso dando ejemplos de la influencia aramea.
31. Véase John L. Sorenson, “The ‘Mulekites’”, BYU Studies 30, no. 3 (1990): 6–22.
32. Stubbs, Changes in Languages, 120.
33. Stubbs, Changes in Languages, 9.
34. Sobre esto, véanse los comentarios de Stubbs, Changes in Languages, 93–103.
35. Véase Stubbs, Exploring, 338–340 para una lista de los cognados de plantas y animales. Varios de estos ejemplos implican una extensión semántica de los términos semíticos y egipcios de especies del Viejo Mundo a especies similares del Nuevo Mundo. Jeff Lindsay, “The Next Big Thing in LDS Apologetics: Strong Semitic and Egyptian Elements in Uto-Aztecan Languages”, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 26 (2017): 256–257 explora una posibilidad similar con términos relacionados con la metalurgia.
36. Véase Lindsay, “The Next Big Thing”, 227–267.
37. Stubbs, Changes in Languages, 112.

Traducido por Central del Libro de Mormón