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KnoWhy #698

¿Cómo se refleja al templo israelita en la epístola a los Hebreos?

noviembre 17, 2023
KnoWhy #698
Ilustración del templo de Zorobabel, por Sam Lawlor
Ilustración del templo de Zorobabel, por Sam Lawlor
“Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”.
Hebreos 8:1-2

El conocimiento

La epístola a los Hebreos hace hincapié en muchos temas relacionados con el antiguo templo que habrían sido muy conocidos para su audiencia. Como señalan Richard D. Draper y Michael D. Rhodes, el énfasis en el templo pone de relieve que “el sistema de sacrificios del templo era una preocupación conmovedora para las personas en el libro de Hebreos” y que este público “aún conservaba un gran respeto por el antiguo convenio y ley”1.

Los capítulos 8-10 tratan especialmente de cómo el sistema de sacrificios empleado en el templo israelita se cumple con la expiación de Jesucristo. Al hacerlo, el libro de Hebreos describe a Jesús como “sumo sacerdote, que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (Hebreos 8:1-2). Jesús, nuestro Gran Sumo Sacerdote, se ofreció entonces como sacrificio infinito y eterno que nos permitiría entrar en la presencia de Dios.

Al afirmar que Jesús había entrado en el “verdadero tabernáculo”, el autor de Hebreos no está diciendo “que nada del tabernáculo mosaico fuera falso, sobre todo porque fue Jehová quien ordenó su construcción y reveló sus ordenanzas. Quiere decir, más bien, que el tabernáculo no era más que un modelo o un tipo del ‘verdadero’, o real, reino celestial eterno”2. De hecho, el autor de Hebreos mostrará que es muy bueno comprender las sombras terrenales de las cosas celestiales. Como observan Draper y Rhodes, “del mismo modo que un esbozo o plano de una fuente original revela mucho sobre esto, también el tabernáculo y los rituales que en él se realizaban, junto con quienes los llevaban a cabo, revelan mucho sobre el Señor y su ministerio”3.

Esto puede verse cuando el autor de Hebreos compara a Jesús con el sumo sacerdote levítico, que supervisaba las funciones del templo israelita. Esto se manifiesta especialmente en el Día de la Expiación, que era el único día del año en que el sumo sacerdote israelita entraba en el Lugar Santísimo “no sin sangre, la cual ofrecía por sí mismo y por los pecados del pueblo cometidos en la ignorancia” (Hebreos 9:7). Tras entrar en el Lugar Santísimo, el sumo sacerdote era responsable de reconciliar a toda la casa de Israel—incluido él mismo—con el Señor.

Como este orden de sacrificios en el Día de la Expiación estaba modelado según las “figuras de las cosas celestiales”, naturalmente la expiación celestial constituiría un sacrificio mejor que cualquier cosa que los israelitas pudieran hacer en la tierra (Hebreos 9:23). Del mismo modo, mientras que el sumo sacerdote entraba simbólica y ritualmente en la presencia de Dios entrando en el Lugar Santísimo, Cristo había entrado realmente en el cielo: “Porque no entró Cristo en el santuario hecho por manos, figura del verdadero, sino en el mismo cielo para presentarse ahora por nosotros ante Dios” (Hebreos 9:24). Jesús tampoco tenía pecado y, por tanto, podía realizar este sacrificio infinito y eterno. Por el contrario, “a pesar de toda su santidad, el Sumo Sacerdote no estaba exento de pecado y, por tanto, necesitaba de la expiación”4.

El sacrificio de Jesús también difiere del sacrificio del sumo sacerdote de otra manera importante; mientras que el sumo sacerdote tendría que realizar el mismo sacrificio “en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena”, Jesús pudo “anular el pecado por medio del sacrificio de sí mismo” y solo lo hizo una vez (hebreos 9:25-26). Porque Jesús, “habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio para siempre, se ha sentado a la diestra de Dios”, es más grande que los sumos sacerdotes levitas (Hebreos 10:12). Ellos, después de todo, no podían efectuar ningún sacrificio del mismo calibre que el que Jesús había realizado.

Por medio de su sacrificio, Jesús abrió el camino al cielo para todos los hijos de Dios. Mientras que solo el sumo sacerdote israelita podía entrar al Lugar Santísimo en el templo israelita, es posible para todo aquel que se arrepienta y guarde sus convenios que tenga la “libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos consagró, a través del velo, esto es, de su carne” (Hebreos 10:19-20)5. En otras palabras, la expiación de Jesús nos consagra para entrar al Lugar Santísimo del Santo Templo, por lo tanto, nos permite entrar en la presencia de Dios una vez más y servir en el mismo Templo celestial.

Estos versículos también hacen la comparación entre el velo del templo y el cuerpo de Jesucristo. Este simbolismo es especialmente claro cuando entendemos que el velo es la entrada a la presencia de Dios. Y, debido a que solo por medio de la expiación de Jesús por la que somos salvados, Su cuerpo sería una descripción adecuada para el velo; solo por medio de Su sufrimiento y muerte podemos ser salvos y entrar en la presencia del Señor, “permitiendo que Su misericordia, gracia y poder fluyan en las vidas de todos aquellos que le sigan, llevandolos al perdón y la capacidad de vivir aceptablemente ante el Padre”6.

El porqué

El Templo, tanto antiguo como moderno, se enfoca en Jesucristo. Todo lo que sucede dentro de esas paredes sagradas se centra en Jesucristo y Su expiación, proveyendo un ejemplo y sombra para que podamos consultar a medida que nos acercamos a Él. De igual manera, los convenios que hacemos en el templo nos ayudan a aprender la manera en que podemos ser más como Jesús a medida que nos esforzamos por vivirlos lo largo de nuestras vidas.

Como nuestro gran Sumo Sacerdote, Jesús puede mediar por nosotros ante el Padre. Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Él es el camino al Lugar Santísimo del santo templo y, es solo por medio de Su expiación que podemos entrar a la presencia del Padre para obtener la vida eterna. Jesús siempre está dispuesto y listo para ayudar a los hijos de Dios a entrar en Su presencia, y siempre será un abogado para todos aquellos que vienen a Él, guarden Sus mandamientos y sinceramente deseen llegar a ser como Él.

Otras lecturas

Richard D. Draper y Michael D. Rhodes, Epistle to the Hebrews (Provo, UT: BYU Studies, 2021), 421–584.

Richard D. Draper, “‘By His Own Blood He Entered in Once into the Holy Place’: Jesus in Hebrews 9”, en Thou Art the Christ, the Son of the Living God: The Person and Work of Jesus in the New Testament, ed. Eric D. Huntsman, Lincoln H. Blumell y Tyler J. Griffin (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University; Salt Lake City: Deseret Book, 2018), 216–243.

1. Richard D. Draper y Michael D. Rhodes, Epistle to the Hebrews (Provo, UT: BYU Studies, 2021), 13.
2. Draper y Rhodes, Epistle to the Hebrews, 427.
3. Draper y Rhodes, Epistle to the Hebrews, 436.
4. Draper y Rhodes, Epistle to the Hebrews, 465.
5. La palabra griega traducida como “boldness” (“valentía”) en la versión KJ también tiene un matiz de estar autorizado a hacer algo. Por lo tanto, según Draper y Rhodes, Epistle to the Hebrews, 545:”No solo pueden acercarse a Dios con confianza, sino que también están autorizados a hacerlo”.
6. Draper y Rhodes, Epistle to the Hebrews, 547.

Traducido por Central del Libro de Mormón