“Pues no había ley alguna contra la creencia de ningún hombre”, Alma 30:7

“Pues no había ley alguna contra la creencia de ningún hombre”, Alma 30:7

“Pues no había ley alguna contra la creencia de ningún hombre”, Alma 30:7

julio 6, 2020
Post contribuido por: BMC Team

Siempre vale la pena autoanalizarnos, nuestras presuposiciones y tradiciones. El sábado pasado fue el 4 de julio, o sea, el séptimo mes de nuestro año. En Alma 10:6 , después de endurecer el corazón, no queriendo oír ni saber de Dios, Amulek dice que siguió “rebelándo[se] contra Dios, en la iniquidad de [su] corazón, hasta el cuarto día de este séptimo mes, en el décimo año del gobierno de los jueces” (énfasis agregado). Aunque el calendario nefita no corresponde al nuestro, pudiendo ser una mezcla de calendario hebraico y uno de la antigua América, igual podemos usar esta fecha para también abrirnos los ojos y reconocer nuestros errores.

Amulek, en sus propias palabras, nos muestra que podemos reconocer nuestro error y decidir cambiar ante los demás. Relatando su vida pasada, Amulek dijo:

“[N]unca he sabido mucho acerca de las sendas del Señor ni de sus misterios ni de su maravilloso poder. Dije que nunca había sabido mucho de estas cosas; mas he aquí, me equivoco, porque he visto mucho de sus misterios y de su maravilloso poder” (10:5).

Aunque nos cueste, también todos debemos poder decir: “Me equivoco”.

Gracias a los muchos estudios que se han hecho sobre el Libro de Mormón, como miembros de la iglesia hemos aprendido a ver los personajes, también los héroes, con sus errores. Mormón nos enseña que muchos otros pudieron haber dicho también: “Me equivoco”. Fueron seres humanos, igual que nosotros, y nadie fue o es perfecto más que Jesucristo. Todos dependemos de la gracia de Dios. Mormón como historiador resalta anomalías entre los nefitas como para que todos las veamos. Después de explicar la ley nefita que permitía que todos creyeran en lo que quisieran (30:7-9), muestra explícitamente cómo Ammón, el sumo sacerdote, “hizo que [Korihor] fuese echado de esa tierra” por predicar (30:21).

¡Esperen! ¿Hizo qué?

No era el juez superior “de ese pueblo”, que tampoco tendría poder en el asunto de creencias. Era el sumo sacerdote. Es como si un pastor se pusiera a tocar puertas en la vecindad y que los miembros de la iglesia (no la policía) lo llevaran al obispo. ¿Se imaginan si el obispo lo echara del pueblo? ¿Con qué autoridad? Y Mormón acababa de decir que “si [alguien] creía en Dios, tenía el privilegio de servirlo; pero si no creía en él, no había ley que lo castigara” (30:9). “Pues no había ley alguna contra la creencia de ningún hombre” (30:7). Aunque enseñaba falsedades, no podían hacer nada legalmente. El sumo sacerdote, el excelente misionero, echó fuera a alguien de entre su pueblo por tener creencias contrarias a las suyas. Este detalle que Mormón incluye nos hace recordar cómo Alma fue rechazado en Ammoníah:

“Ahora bien, cuando el pueblo hubo dicho esto y resistido todas sus palabras, y lo hubo ultrajado, y escupido sobre él, y hecho que fuese echado de su ciudad, él partió de allí y se dirigió hacia la ciudad llamada Aarón” (Alma 8:13).

Ahora, el que echó fuera a un predicador fue Ammón. Todo dio un giro completo y Mormón nos lo muestra. Nosotros hoy tenemos el Artículo de Fe 11 que dice: “Reclamamos el derecho de adorar a Dios Todopoderoso conforme a los dictados de nuestra propia conciencia, y concedemos a todos los hombres el mismo privilegio: que adoren cómo, dónde o lo que deseen”. Tal vez les hacía falta este artículo de fe a los nefitas. Podemos esforzarnos a no ser parciales con personas de otras iglesias.

Me encanta prestarle más atención a Mormón y los detalles que revelan la naturaleza humana de los nefitas. Me hace autoevaluarme a mí mismo para ver cuándo digo una cosa y hago otra.

 

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