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KnoWhy #689

¿Qué enseñaron los primeros cristianos sobre los tres grados de gloria?

septiembre 22, 2023
KnoWhy #689
El Juicio Final de Miguel Ángel.
Detalle de “The Last Judgment” (El Juicio Final) de Miguel Ángel.
“Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. […] que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que al hombre no le es dado expresar”.
2 Corintios 12:2, 4

El conocimiento

El 16 de febrero de 1832, José Smith y Sidney Rigdon tuvieron una visión maravillosa mientras trabajaban en la traducción inspirada de la Biblia en Hiram, Ohio. Esa visión, canonizada desde entonces como Doctrina y Convenios 76, reveló de manera dramática que había varios niveles en el cielo, cada uno con su propia gloria1. Este sistema del cielo estaba completamente en desacuerdo con los conceptos modernos del cielo y el infierno; sin embargo, aunque puede haber sido nuevo para los cristianos del siglo XIX, cabe preguntarse si tal doctrina estaba presente en las primeras enseñanzas de la iglesia cristiana. Significativamente, a medida que los eruditos han estudiado los textos antiguos, en particular los relacionados con el judaísmo y el cristianismo antiguos, surgen ideas similares a la revelada a José Smith.

Hugh Nibley fue quizá el primer erudito Santo de los Últimos Días que demostró seriamente cómo los textos antiguos apuntaban a esta visión escalonada del cielo. Por ejemplo, observó cómo textos cristianos como el Pistis Sophia describen la manera en que múltiples cielos están “más allá del velo”. Además, “solo los calificados pueden pasar por uno de estos velos” hasta que finalmente entran en la presencia de Dios2. Esta doctrina también estaba estrechamente relacionada con la premortalidad del hombre, e implicaba nuestro regreso a nuestro hogar celestial desde donde vinimos a la tierra3.

Las comparaciones entre las revelaciones de José Smith sobre los tres grados de gloria y las enseñanzas cristianas antiguas también muestran similitudes considerables. Por ejemplo, el Señor reveló a José Smith, que los tres niveles del cielo eran comparables en gloria al sol, la luna y las estrellas, cada uno relacionado con los reinos celestial, terrestre y telestial, respectivamente (véase Doctrina y Convenios 76:96-98). Estos tres reinos de gloria estarían habitados por aquellos que hubieran vivido las leyes requeridas para entrar en ellos (véase Doctrina y Convenios 88:22-24), estando disponible la mayor de todas las bendiciones en el Reino Celestial, donde Dios mora.

Una idea similar se encuentra en la primera epístola de Pablo a los Corintios. En su defensa de la Resurrección, Pablo afirma que “hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrestres; mas ciertamente una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrestres” (1 Corintios 15:40). En otras palabras, “así como hay diferencias en los cuerpos físicos de los humanos mortales y los animales [como se discute en el versículo 39], también hay diferencias entre los cuerpos mortales y los cuerpos resucitados”4.

Además, Pablo enseñó que así como hay diferencias entre los cuerpos mortales y los resucitados, no todos estarían llenos de la misma gloria en la resurrección: “Una es la gloria del sol, y otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos” (1 Cor. 15:41-42). Muchos de los primeros cristianos comentaron este versículo, considerándolo en términos de múltiples glorias en la resurrección. Por ejemplo, Juan Crisóstomo señaló que “aunque solo hay una resurrección, habrá grandes diferencias de honor de un cuerpo a otro” y que “aunque todos estén en el reino de Dios, no todos gozarán de la misma recompensa”5. Asimismo, Orígenes enseñó que este versículo se refería a “la gran diferencia entre los que resucitan en la gloria”6.

Orígenes también enseñó que los distintos niveles de las glorias celestiales se relacionaban con la capacidad de cada uno para morar con Dios. Los dos primeros grupos consistían en santos y otros individuos justos. Los más justos “están conectados con el Padre, siendo parte de Él, y junto a éstos [están] aquellos que han venido al Salvador y toman su posición enteramente en Él”. Un tercer grupo de resucitados consistiría en aquellos que nunca se arrepintieron de la idolatría en sus vidas, y un cuarto estaría reservado para aquellos que “se han alejado, no solo del bien en sí, sino de las mismas huellas de él”7.

Esta descripción coincide con lo que le fue revelado a José Smith: los del Reino Celestial “morarán en la presencia de Dios y de su Cristo para siempre jamás” (Doctrina y Convenios 76:62), los del Reino Terrenal son “los que reciben de la presencia del Hijo, mas no de la plenitud del Padre” (Doctrina y Convenios 76:77), mientras que los del Reino Telestial no podrían recibir ninguna de las dos bendiciones. Un cuarto grupo que cometió el pecado imperdonable también es visto por José Smith, quien había “negado al Santo Espíritu después de haberlo recibido, y habiendo negado al Unigénito del Padre, crucificándolo para sí mismos y exponiéndolo a vituperio” (Doctrina y Convenios 76:35).

Asimismo, en la segunda Epístola de Pablo a los Corintios, menciona una ocasión en la que fue “arrebatado hasta el tercer cielo”, donde “oyó palabras inefables que al hombre no le es dado expresar” (2 Corintios 12:2, 4)8. Los eruditos llevan mucho tiempo observando que esta visión concuerda con una amplia variedad de fuentes judías y cristianas antiguas que señalan el ascenso de un vidente a múltiples niveles del cielo, donde se le enseñan cosas que nunca debe compartir con quienes no han sido iniciados en las mismas ordenanzas que él ha experimentado9. Así pues, la referencia de Pablo a por lo menos tres cielos encaja perfectamente tanto en la antigua teología cristiana como en el evangelio restaurado de Jesucristo10.

Otros textos del Nuevo Testamento también influyeron en la visión del cielo de los primeros cristianos. Por ejemplo, inspirándose en la parábola del sembrador de Mateo 13, Ireneo enseñó que “existe esta distinción entre la morada de los que producen el ciento por uno, la de los que producen el sesenta por uno y la de los que producen el treinta por uno: porque los primeros serán llevados a los cielos, los segundos morarán en el paraíso, los últimos habitarán la ciudad; y fue por esto que el Señor declaró: En la casa de mi Padre hay muchas moradas”11. La división espacial del cielo en tres lugares distintos en función de la justicia de cada uno se encuentra igualmente en otros textos cristianos primitivos, como el Pastor de Hermas o el Apócrifo de Juan12.

El porqué

Aunque los primeros cristianos enseñaban extensamente sobre los tres niveles del cielo, lo que Hugh Nibley observó que a menudo estaba relacionado con las doctrinas del bautismo por los muertos y la predicación de Cristo en el mundo de los espíritus, las generaciones posteriores de cristianos llegaron a rechazar un plan de salvación tan sólido. Como observó Nibley, “toda la doctrina, ciertamente importante, no tiene cabida en las enseñanzas de las iglesias posteriores, al ignorar el gran plan de salvación universal”13.

Sin embargo, el Señor no dejaría una doctrina tan importante perdida en la historia. Así como reveló Su gran plan de salvación a los antiguos profetas, restauró ese conocimiento a José Smith en una dramática visión. Del mismo modo, todos los Santos de los Últimos Días pueden experimentar una visión similar relatada a través de la investidura del templo, a medida que pasamos simbólica y ritualmente a través de los tres cielos, se nos enseñan “palabras indecibles, que no es lícito que un hombre pronuncie” fuera del templo, y finalmente entramos simbólicamente en la presencia de Dios, tal como lo experimentaron los antiguos profetas y discípulos de Cristo14.

Otras lecturas

Hugh Nibley. “Treasures in the Heavens”, en Old Testament and Related Studies (Provo, UT: FARMS, 1986), 171–214.

Hugh Nibley, “Baptism for the Dead in Ancient Times”, en Mormonism and Early Christianity (Provo, UT: FARMS; Salt Lake City, UT: Deseret Book, 1987), 109–113.

Larry E. Dahl, “Degrees of Glory”, en Encyclopedia of Mormonism, 4 vols., ed. Daniel H. Ludlow (New York, NY: Macmillan, 1992), 1:367–369.

Richard D. Draper y Michael D. Rhodes, Paul’s First Epistle to the Corinthians (Provo, UT: BYU Studies, 2017), 794–818.

Barry Robert Bickmore, Restoring the Ancient Church: Joseph Smith and Early Christianity, 2da. ed. (Redding, CA: FairMormon, 2013), 171–177.

1. Para conocer un excelente resumen de las revelaciones de José Smith sobre este asunto, véase Larry E. Dahl, “Degrees of Glory”, en Encyclopedia of Mormonism, 4 vols., ed. Daniel H. Ludlow (New York, NY: Macmillan, 1992), 1:367–369.
2. Hugh Nibley. “Treasures in the Heavens”, en Old Testament and Related Studies (Provo, UT: FARMS, 1986), 186.
3. Para más información sobre esto, véase Nibley, “Treasure in the Heavens”, 171–179. Nibley también señaló en “Treasures in the Heavens”, 212n118 que “[e]l progreso del alma en el más allá, con tres grados principales de gloria, se encuentra en la literatura funeraria egipcia” como el Libro de los Alientos, apoyando aún más la antigüedad de esta verdad revelada.
4. Richard D. Draper y Michael D. Rhodes, Paul’s First Epistle to the Corinthians (Provo, UT: BYU Studies, 2017), 798. Cabe señalar también que la traducción de José Smith para el versículo 40 añade el detalle de la presencia de “cuerpos telestiales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrestres, y otra la de los telestiales”, lo que pone aún más de relieve las similitudes entre la doctrina de Pablo de la resurrección y la revelada a José Smith.
5. John Chrysostom, Homilies on the Epistles of Paul to the Corinthians 41:4; citado en Gerald Bray, ed., 1–2 Corinthians, en Ancient Christian Commentary on Scripture: New Testament vol. 7 (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1999), 172.
6. Origen, De Principiis Book 2, 10:2.
7. Origen, comentario sobre John Book 2 Chapter 3.
8. En particular, Pablo se refiere a este acontecimiento en tercera persona: “Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo” (2 Corintios 12:2, énfasis añadido). A pesar de esta aparente ambigüedad, James D. Tabor ha señalado que “no hay duda, a pesar del uso de la tercera persona, de que Pablo está informando de su propia experiencia, de que él es el ‘hombre en Cristo’. Esto queda claro en 12:7-10”. James D. Tabor, Things Unutterable: Paul’s Ascent to Paradise in its Greco-Roman, Judaic, and Early Christian Contexts (Lanham, MD: University Press of America, 1986), 114. Parece que, como lo que Pablo había visto y oído “al hombre no le es dado expresar”, Pablo concedió a esta experiencia el respeto sagrado que creía que merecía.
9. Para conocer más sobre esta frase, véase Tabor, Things Unutterable, 122. Un excelente estudio de éste y otros textos judeocristianos que relatan viajes a múltiples niveles del cielo puede encontrarse en Leif Carlsson, Round Trips to heaven: Otherworldly Travellers in Early Judaism and Early Christianity (Saarbr‏‎ücken, Germany: VDM Verlag Dr. Müller, 2008). Algunos de los textos analizados por Carlsson son 1 Enoc, 2 Enoc, el Testamento de Leví y el Apocalipsis de Abraham.
10. Cabe señalar que diversos textos pueden describir más de tres niveles de cielos, a menudo entre siete y diez. Jean Daniélou ha señalado que los textos que describen siete cielos siguen coincidiendo con el contexto de tres cielos: todos los textos que describen estos cielos sitúan los siete cielos como los lugares de residencia de los ángeles, y por lo tanto “los siete cielos [son] subdivisiones del segundo cielo principal”. Jean Daniélou, The Theology of Jewish Christianity (London: Darton, Longman y Todd, 1964), 176n9. Aunque algunos pueden haber debatido el número exacto de cielos, la existencia de múltiples cielos todavía no se cuestionaba y seguía siendo ampliamente aceptada entre los cristianos durante el siglo III, como ilustra la afirmación de Orígenes de que las Escrituras claramente “enseñan la existencia de ‘cielos’”. Origen, Contra Celsum, Book 6 Chapter 21.
11. Irenaeus, Against Heresies, Book 5, 36:2; citando a Mateo 13:8 y Juan 14:2. Como han señalado Draper y Rhodes, “Ireneo, obispo de Lyon, fue alumno de Policarpo, obispo de Esmirna. Este último había conocido a Juan el Amado. A través de Policarpo se transmitieron a la tercera generación de cristianos una serie de enseñanzas sostenidas por ‘los ancianos, los discípulos de los apóstoles’. Una de ellas era la creencia en tres recompensas muy diferentes en la otra vida, así como el castigo del infierno”. Paul’s First Epistle to the Corinthians, 816. Por lo tanto, esta línea de autoridad colocaría esta enseñanza como de origen apostólico.
12. Para profundizar en estos textos, véase Alexander Kocar, Heavenly Stories: Tiered Salvation in the New Testament and Early Christianity (Philadelphia, PA: University of Pennsylvania Press, 2021), 67–91. A lo largo de su libro, Kocar analiza asimismo cómo el cielo se dividía a menudo en tres subdivisiones según los escritos de Pablo, Juan el Amado y otras sectas cristianas primitivas como los valentinianos.
13. Hugh Nibley, “Baptism for the Dead in Ancient Times”, en Mormonism and Early Christianity (Provo, UT: FARMS; Salt Lake City, UT: Deseret Book, 1987), 113. Para una discusión sobre las opiniones de los primeros cristianos sobre el bautismo por los muertos, véase Central del Libro de Mormón, “¿Cuál es el propósito del bautismo por los muertos? (1 Corintios 15:29)”, KnoWhy 687 (12 de septiembre de 2023).
14. Para una discusión sobre el encaje de la investidura en las antiguas ascensiones celestiales, de las que la ascensión de Pablo al tercer cielo sería una, véase William J. Hamblin, “The Sôd of YHWH and the Endowment”, en Ancient Temple Worship: Proceedings of The Expound Symposium 14 May 2011, ed. Matthew B. Brown, Jeffrey M. Bradshaw, Stephen D. Ricks y John S. Thompson (Orem, UT: The Interpreter Foundation; Salt Lake City: Eborn Books, 2014), 189–94; reimpreso en Interpreter: A Journal of Latter-day Saint Faith and Scholarship 4 (2013): 147–154.

Traducido por Central del Libro de Mormón