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KnoWhy #169

¿Por qué Moroni se refirió a la impureza del vaso al condenar al gobierno central?

julio 26, 2017
KnoWhy #169
Romanos saqueando el Templo de Jerusalén, ubicado en el Arco de Tito, www.uni.edu
“Ahora bien, quisiera que recordaseis que Dios ha dicho que lo interior del vaso se ha de limpiar primero, y entonces lo exterior se limpiará también.”
Alma 60:23

El conocimiento

En una carta enérgica al juez superior Pahorán, el capitán Moroni reprendió a los funcionarios del gobierno central quienes eran responsables de las privaciones de sus soldados en el campo de batalla. Sin embargo, ubicado en una serie de preguntas retóricas, Moroni se basó en una ley divinamente declarada que no se encuentra en ninguna otra parte del Libro de Mormón: “Ahora bien, quisiera que recordaseis que Dios ha dicho que lo interior del vaso se ha de limpiar primero, y entonces lo exterior se limpiará también” (Alma 60:23).

Es probable que el argumento de Moroni derive de su lectura de las instrucciones legales dadas al antiguo Israel. Ollas de barro y varios recipientes abundan en la civilización israelita, y para que la gente pudiera comer ritualmente comida limpia, estos contenedores debían estar en un estado de pureza ritual. En Levítico, el Señor estableció leyes de impureza con respecto a animales muertos (específicamente cosas que se arrastran como roedores y lagartos) que podrían contaminar varios tipos de vasos al caer en ellos:

Y todo aquello sobre lo que caiga algo de ellos después de muertos quedará inmundo; ya sea objeto de madera, o vestido, o piel, o saco o cualquier instrumento con el que se trabaja, será metido en agua y quedará inmundo hasta el atardecer; entonces quedará limpio. Y toda vasija de barro dentro de la cual caiga alguno de ellos, todo lo que esté en ella será inmundo, y quebraréis la vasija. (Levítico 11:32-33)

Otra disposición de la ley dice: “[C]uando alguno muera en una tienda: cualquiera que entre en la tienda, y todo lo que esté en ella, será impuro siete días. Y todo recipiente abierto, sobre el cual no haya tapa bien ajustada, será inmundo” (Números 19:14-15).

Estas regulaciones llegaron a plantear una serie de cuestiones legales: ¿Esta regla de impureza se aplica solo a una pieza de cerámica que tenía un interior y un exterior, como una jarra, pero no a un plato? Aparentemente sí, de otra manera, ¿cómo podría el cadáver de los animales caer “dentro” de él (Levítico 11:33)? ¿Era suficiente estar en el mismo espacio con el animal muerto, o la impureza se transfirió a un vaso abierto solo por contacto físico? Evidentemente, no se requería contacto con un recipiente abierto (Números 19:15). ¿Se hizo impuro el vaso si el animal muerto solo entraba en contacto con el interior? Aparentemente sí, porque la contaminación de un cadáver al exterior de un recipiente cubierto no lo hacía impuro. Si solo el exterior del contenedor estaba contaminado, ¿podría purificarse simplemente sumergiéndolo en agua hasta el final del día? Sí (Levítico 11:32). Si el interior de un vaso abierto estaba contaminado, ¿tenía que ser quebrado? Sí (Levítico 11:33). Claramente, estas regulaciones eran bastante específicas, y documentos de Egipto demuestran que la impureza de la olla era una preocupación antigua real.1

Implícito detrás de estas reglas es la suposición de que el interior de un vaso era más susceptible a la impureza que el exterior. Esta distinción explicaría lógicamente la idea de que la purificación de la mayor impureza en el interior de un vaso purificaría automáticamente la menor impureza exterior y, por lo tanto, por varias razones, tendría más sentido limpiar el interior de un vaso antes que el exterior.

Es comprensible que estas legalidades pudieran ser fácilmente impregnadas de importancia simbólica. De las enseñanzas de Jesús en el Nuevo Testamento, está claro que él estaba consciente de las reglas con respecto a la pureza de la olla y su significado metafórico. En un caso, Cristo afirmó la condena de Isaías: “Este pueblo con los labios me honra [lo exterior], mas su corazón [lo interior más susceptible] está lejos de mí” (Marcos 7:6-8).2 Jesús entonces explicó: “Nada hay fuera del hombre que entre en él que le pueda contaminar; mas lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre” (v. 15).

Luchando con estos temas antiguos, las escuelas judías de Hilel y Shamai en la época de Jesús discutieron sobre el orden de la limpieza de un contenedor, si uno debe purificar su interior o su exterior primero.3 Jesús hizo uso de este debate para obtener una lección moral, cuando condenó a los fariseos por ser como personas que purifican el exterior de un vaso, “pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. … ¡ … limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera quede limpio!” (Mateo 23:25-26). Se pueden encontrar sentimientos similares relacionados con la impureza de los vasos internos en otros textos antiguos de cristianos o gnósticos.4

El porqué

Cuando el capitán Moroni exigió a Pahorán que “lo interior del vaso se ha de limpiar primero, y entonces lo exterior se limpiará también” (Alma 60:23), invocó disposiciones legales de la Ley de Moisés que habrían sido conocidas por Pahorán. Moroni construyó sobre la esencial dicotomía “interior-exterior”, cuando habló de aquellos en el “centro de nuestro país… rodeados de seguridad” (v. 19), y los de afuera, “en las fronteras del país” (v. 22). Suponía que la parte interna podía contaminarse seriamente con facilidad, simplemente por la ociosidad y el abandono del deber (vv. 18, 22). Él asumió que tan pronto como el recipiente interior fuera limpiado, entonces el vaso externo en consecuencia “se limpiará también” (v. 23). Por lo tanto, tiene sentido convincente comenzar limpiando la situación al interior de la capital.

Mientras Jesús estaba en desacuerdo con aquellos fariseos que comenzaron limpiando el exterior de un vaso, Moroni no sabía de nadie que sugiriera que los soldados en las guerras necesitaban ser purificados primero. Aún así, el acuerdo general entre los argumentos de Jesús y Moroni sugieren fuertemente que ellos se basaban en estas leyes de Levítico y Números. Moroni atribuyó inequívocamente a Dios estas reglas de purificación de vasos para aumentar el impacto de su acusación metafórica. Cualquiera que sea la explicación, la interacción textual de estos textos demuestra el valor de estudiar juntos la Biblia y el Libro de Mormón.5

Un componente unificador en estas declaraciones y preocupaciones sobre las impurezas se puede encontrar en la teología del templo antiguo. Los vasos utilizados en los antiguos templos israelitas debían mantenerse puros,6 que parece estar directamente relacionado con el mandato de Isaías de ser “limpios los que lleváis los vasos de Jehová” (Isaías 52:11; 3 Nefi 20:41). Haciendo eco de este sentimiento, Salmos 24:3–4 enfatizó la necesidad tanto de la limpieza externa como de la pureza interna: “¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón” (véase también 2 Nefi 25:16 y Alma 5:19).7

Las partes más internas del templo en Jerusalén eran consideradas más santas que las porciones exteriores, con el Lugar Santísimo como el más sagrado y cósmicamente central de todos.8 El mismo principio se aplicaba en Zarahemla, la ciudad clave del templo de los nefitas. La demanda de Moroni de que Pahorán limpiara el centro de la ciudad también podría haber implicado que el templo de Zarahemla había sido profanado por el fracaso de Pahorán de apoyar a los soldados en la guerra, algunos de los cuales habían muerto, junto con mujeres y niños (Alma 60:17).

Reconociendo que “el Señor ha dicho que no mora en templos impuros, sino en los corazones de los justos” (Alma 34:36), Moroni también habría esperado que el corazón de Pahorán cambiase, para que el Espíritu de Dios pudiera santificar lo más profundo e interior de su alma y lo impulsan a la acción en favor de la situación desesperada de Moroni.9 Y así como un individuo debe purificar su corazón con el propósito de entrar en la presencia del Señor,10 así también una nación debe ser pura de corazón—y en el caso del pueblo de Moroni, puro en su gobierno central—si Dios quiere bendecirlos juntos con paz y prosperidad.11

Otras lecturas

John W. Welch, The Sermon at the Temple and the Sermon on the Mount: A Latter-Day Saint Approach (Provo UT: Deseret Book and FARMS, 1990), 42-46, 77-78.

Donald W. Parry, “Demarcation between Sacred Space and Profane Space: the Temple of Herod Model,”in Temples of the Ancient World: Ritual and Symbolism, ed. Donald W. Parry (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book and FARMS, 1994), 413-439.

 

1. Para la impureza de la olla en medio de la comunidad judía en Elefantina cuatro siglos antes de Cristo, véase Bezazel Porten and Ada Yardeni, “Ostracon Clermont-Ganneau 125: A Case of Ritual Purity,” Journal of the American Oriental Society 113 (1993): 451-456.
2. Véase también Mateo 15:1-9; 23:26-27. Estos versículos parecen sugerir que mientras que los fariseos eran estrictos para seguir los estatutos tradicionales con respecto a la impureza de los vasos, no estaban siguiendo los mandamientos más importantes de Dios.
3. Véase Jacob Neusner, A History of the Mishnaic Law of Purities, Part 3: Kelim (Leiden: Brill, 1974): 374-81; Mishnah Kelim 2:1; TB Hullim 24b; Sipra, Shemini 7:6; Jacob Milgrom, Leviticus 1-16 (New York: Doubleday, 1991), 675.
4. Véase Gospel of Thomas 89:1-2; Gospel Oxyrhynchus fragment 840 2:8. Véase también, Robert W. Funk, Roy W. Hoover, and the Jesus Seminar, eds., The Five Gospels: The Search for the Authentic Words of Jesus (New York, NY: Polebridge and Macmillan, 1993), 243.
5. Véase Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué hay necesidad del testimonio de dos naciones?(2 Nefi 29:8),” KnoWhy 56 (10 de marzo, 2017).
6. Véase Donald W. Parry, “Service and Temple in King Benjamin’s Speech,” Journal of Book of Mormon Studies 16, no. 2 (2007): 45; Donald W. Parry, “Demarcation Between Sacred Space and Profane Space: the Temple of Herod Model,”in Temples of the Ancient World: Ritual and Symbolism, ed. Donald W. Parry (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book and FARMS, 1994), 428; Hugh Nibley, Mormonism and Early Christianity, ed. Todd M. Compton and Stephen D. Ricks (Salt Lake City and Provo UT, Deseret Book and FARMS, 1987), 394.
7. Curiosamente, Alma 5:19 invierte el orden de las manos antes de los corazones: “Os digo: ¿Podréis mirar a Dios en aquel día con un corazón puro y manos limpias? ¿Podréis alzar la vista, teniendo la imagen de Dios grabada en vuestros semblantes?” (énfasis añadido).
8. Parry, “Demarcation of Space,” 414.
9. Véase David A. Bednar, ” Limpios de manos y puros de corazón“, Liahona, octubre 2007, 80, en línea en lds.org.
10. John W. Welch, The Sermon at the Temple and the Sermon on the Mount: A Latter-Day Saint Approach (Provo UT: FARMS, 2010), 45.
11. Véase Salmos 24:4-5; DyC 97:21. Véase también, Ezra Taft Benson, “Seamos Puros,” Liahona, julio 1986, disponible en liahonasud.wordpress.com.

Traducido por Central del Libro de Mormón