5 evidencias arqueológicas contundentes del Libro de Mormón

5 evidencias arqueológicas contundentes del Libro de Mormón

5 evidencias arqueológicas contundentes del Libro de Mormón

5 evidencias arqueológicas contundentes del Libro de Mormón
octubre 20, 2022
Post contribuido por: BMC Team

Debido a un blog anterior titulado “5 pruebas arqueológicas convincentes . . .”  [artículo en inglés] recibió mucha expectación, pensamos que podría ser divertido presentar otras cinco evidencias arqueológicas contundentes del Libro de Mormón.

Por ahora… solamente 5. Una lista completa de cientos de evidencias que han sido identificadas puede ser examinada en www.evidencecentral.org. Para los propósitos de este artículo, quise resaltar las evidencias que me parecen particularmente convincentes. Estas evidencias están bien estudiadas -no son simples corolarios- y deben cumplir los siguientes criterios 1. específicas y no generales, 2. raras o inusuales, 3. históricamente alineadas 4. y las que iluminan o arrojan luz sobre el significado del texto.

Tendremos más información relacionada con estos cuatro criterios a medida que se desarrolle esta lista.

1. Ciudades sumergidas

¿Suena como algo sacado de Julio Verne? ¡Por supuesto!. Las ciudades sumergidas son muy específicas y únicas (criterio núm. 1) y el Libro de Mormón describe específicamente cómo ciertas ciudades “y sus habitantes” son destruidos por una inundación. Tres comunidades nombradas -Jerusalén, Onihah y Mocum- sufrieron este destino acuático porque, como explica Jehová, “. . . para ocultar sus maldades y abominaciones de ante mi faz, a fin de que la sangre de los profetas y de los santos no suba más hasta mí en contra de ellos” (3 Nefi 9:7).

Las ciudades hundidas son inusuales (criterio núm. 2).  Además, Tercer Nefi sugiere que estas ciudades fueron sumergidas de manera intacta. El único fenómeno natural que explica la inmersión de una metrópolis intacta son los terremotos y/o las erupciones volcánicas. Estos no siempre son expresiones de la ira de Dios, pero en este caso, sí lo son.

La arqueología moderna ha identificado cientos de ruinas sumergidas, pero relativamente pocas en el hemisferio occidental. Hay informes de estructuras sumergidas frente a la costa suroeste de Cuba1  y otras ruinas subacuáticas en diferentes lugares alrededor del lago Titicaca2 , en Sudamérica. Con respecto a Cuba, ningún investigador serio ha propuesto todavía una correlación geográfica del Libro de Mormón. En cuanto a Sudamérica, se han propuesto tales vínculos, pero las ruinas hundidas en el lago Titicaca tienen, según se informa, de cinco a diez mil años de antigüedad.3 Por lo tanto, no cumplirían el criterio 3: alineación histórica.

Algunas personas no comprenden -o no confían- en las técnicas modernas de datación, como el radiocarbono, el argón potásico o la dendrocronología.4 Sin embargo, hasta que Dios “revele” dicha información a través de su Profeta designado, ¿qué otra cosa hay?. Sin revelación, aplicar la ciencia. Cualquier propuesta geográfica que descarte tales disciplinas es probable que sea defectuosa.

Veamos Mesoamérica. A mediados de la década de los 90, un buceador aficionado llamado Roberto Samayoa observó edificios sumergidos bajo la superficie del lago Atitlán de Guatemala. Su hallazgo acabó llamando la atención de arqueólogos acreditados. Empezaron a estudiar seriamente la zona, utilizando un escáner de sonar para localizar otros edificios subacuáticos.5

El Dr. John Sorenson señaló que los “edificios parecen no haber sufrido daños antes de su inmersión, lo que implica una subida repentina del agua”.6 Al parecer, los investigadores encontraron “unas 30 viviendas antiguas, una plaza, escaleras e incluso saunas, entre las ruinas sumergidas…”, así como 16 estructuras religiosas y al menos siete estelas. Sonya Medrano, arqueóloga que participó en la excavación y cartografía submarina del yacimiento, lo describió como “un lugar de rituales públicos y peregrinación”.

La repentina subida de las aguas que sumergió estas 12.14 hectáreas de ruinas se ha atribuido a una probable actividad volcánica.7 Medrano fechó “el momento de la destrucción de la isla no más allá del año 300 d.C”.8 Tras examinar los restos de cerámica, Sorenson fechó el yacimiento en el “periodo preclásico tardío, probablemente en torno a la época de Cristo”.9

Antes del descubrimiento de estas ruinas, los estudiosos de los Santos de los Últimos Días ya habían designado el lago de Atitlán como un fuerte candidato para la ubicación de Jerusalén, una de las ciudades mencionadas en Tercer Nefi. Las hazañas de buceo de Roberto Samayoa solo parecían reforzar esta propuesta.

Los artefactos de esta ciudad sumergida se exponen actualmente en un pequeño museo en Panajachel, Guatemala.

Acontecimiento raro, lugar correcto, periodo de tiempo correcto. ¿Cuáles son las probabilidades?

Lecturas adicionales:

Central del Libro de Mormón, “¿Hay evidencia de ciudades hundidas, como las que describe el Libro de Mormón? (3 Nefi 9:7),” KnoWhy 429 (septiembre 19, 2018).

Evidence Central, “Book of Mormon Evidence: Sunken Cities,” [sitio en inglés], (febrero 2, 2021)

2. Barbas

¿Eh? ¿Bigotes como testigos?

Sí, es cierto. Después de todo, ¿cuántos pies negros con barba han visto? ¿O Shoshoni melenudos? ¿O a los hirsutos Hopi? ¿O a los lanudos Walla Walla? Los nativos americanos no parecen tener mucho vello facial. Es algo genético. Pero sí hay notables excepciones. Los Haida del noroeste del Pacífico, los Pomo del norte de California y algunas tribus del sur de Chile pueden tener unas melenas impresionantes. Sin embargo, los pueblos indígenas del hemisferio occidental no se suelen ver con sombras de barba.

Entonces, ¿cómo se explican los centenares, incluso miles, de artefactos antiguos que presentan figuras con vello facial? Muchos conocen el folclore del “Dios de barba blanca que algún día volverá” que impregna la cultura mesoamericana. Los cronistas españoles sabían que esta mitología había jugado un papel innegable en la caída de Moctezuma. A mediados del siglo XV, el fraile Bernardo Sahagún escribió que la figura legendaria conocida como Quetzalcóatl “era estimada y considerada como un dios, y era adorada en tiempos antiguos. Tenía el pelo largo y era barbudo. El pueblo adoraba solo al Señor…”.10 Esta misma característica de la barba se atribuyó a otras deidades del Nuevo Mundo.11

Al enterarse de la existencia del barbado Cortés, el emperador se sintió tan afectado por el miedo y la indecisión que su imperio azteca, compuesto por millones de personas, fue arrasado por un ejército de alrededor de quinientos soldados europeos y unos pocos miles de mercenarios nativos descontentos, al basurero de la historia.

Investigadores de los Últimos Días llegaron varios siglos tarde al juego de ponderar una correlación entre el cristianismo y Mesoamérica.

Al examinar las diversas figuras con barba grabadas en estelas o pintadas en cerámica, queda claro que muchas imágenes no son deidades, sino hombres mortales de carne y hueso. Entonces, ¿qué fue del vello facial hereditario en la época de Colón?. Antes de la conquista española, los líderes tribales solían colocarse bigotes falsos o fabricados, como si mantuvieran vivo algún sentimiento del pasado en el que los individuos con barba simbolizaban el dominio, la autoridad e incluso la divinidad. Otra búsqueda interesante para los investigadores modernos se convierte repentinamente en el análisis de la distribución hemisférica de la iconografía de la barba, ya que se correlaciona con los períodos arqueológicos, es decir, el Preclásico (250 d.C. y anteriores), el Clásico (250-900 d.C.) y el Postclásico (900-1521 d.C.).

Parece seguro suponer que cualquier migración de Oriente Medio, como se registra en el Libro de Mormón, habría introducido el vello facial en el acervo genético local (véase 2 Ne. 17:20). Durante aproximadamente un siglo después de la publicación del Libro de Mormón, muchos asumieron naturalmente que Lehi llegó para encontrar una tierra vacía y deshabitada. La mayoría de los investigadores Santos de los Últimos Días hace tiempo que abandonaron esa idea. Tanto la ciencia como el propio texto del Libro de Mormón indican que los lehitas, jareditas y “mulekitas” nunca estuvieron solos.

En un análisis estadístico realizado por Kirk Magleby12, y en otro estudio de F. David Lee13  sobre cientos de representaciones artísticas con barba, surgen ciertos patrones fascinantes. Las figuras barbadas talladas en piedra o pintadas en murales son mucho más comunes en el centro y sur de Mesoamérica, con el istmo de Tehuantepec como nexo distribuidor. El arqueólogo SUD V. Garth Norman observó: “Aunque las figuras con barba datan de todos los periodos de tiempo, Magleby encontró que eran más frecuentes durante los tiempos del Libro de Mormón antes del año 300 d.C., y se volvieron relativamente infrecuentes para los tiempos del contacto con los españoles”. Además, “La disminución del pueblo de Mormón en la guerra y los sobrevivientes que fueron asimilados a la población dominante mesoamericana “lamanita”, debe haber mermado el acervo genético de la barba para cuando llegaron los españoles en el siglo XVI”.14

Otro análisis realizado por el investigador, que no es Santo de los Últimos Días, Alexander von Wuthenau, afirma: “Comencé un estudio intensivo de las cabezas de terracota precolombinas. Lo que buscaba eran las típicas cabezas “indias”. Sin embargo, no tardé en descubrir que en los primeros niveles inferiores no se encontraban estos ‘indios genuinos’. Las primeras figuras encontradas eran las que tenían características mongoloides, y todo tipo de personas blancas, especialmente tipos semíticos con y sin barba. Lo que se considera indio genuino se desarrolló, hasta donde puedo juzgar por la fuerza de estas representaciones en terracota, en los tiempos del Clásico temprano y medio, y probablemente derivó de tipos anteriores”.15

Otras fuentes adicionales destacan la datación, la frecuencia y la distribución de los artefactos con barba que coinciden estrechamente con los relatos de migración del Libro de Mormón. Estos datos ayudan no solo a verificar el momento en que estos intrusos podrían haber llegado, sino también a conocer el momento en que sus civilizaciones alcanzaron su máximo nivel y declinaron.

El desenfrenado “genocidio” nefita que tuvo lugar en los siglos III y IV d.C., junto con la asimilación de los supervivientes nefitas a la población dominante, sirvió para disminuir o borrar marcas genéticas como el vello facial. La ciencia llama a esto “cuello de botella genético”. Esta dilución genética también ayuda a explicar por qué Mormón en 3 Nefi 5:20 se sintió obligado a proclamarse “nefita puro”, en contraposición a muchos otros de su ejército que no lo eran. Los paralelos con el registro arqueológico son asombrosos, lo que hace que el tercer criterio -la alineación histórica- encaje como un guante a la perfección. Este criterio se subraya aún más por la datación, la frecuencia y la distribución del arte y la iconografía de las barba, que sirve simultáneamente para enfatizar a Mesoamérica como un candidato más probable para los eventos del Libro de Mormón.

Pero no se detenga ahora. Para más información, visite estos enlaces:

Book of Mormon Central, “Book of Mormon Evidence: Beards,” Evidence Central (junio 28, 2021).

Ottinger, G.M.. “Old America – Araucanians, Brazilians, Etc.” Juvenile Instructor 11, no. 10 (1876): 111-112.

3. Fortificaciones

Datación por carbono 14.

Soy perfectamente consciente de la existencia de un contingente que desconfía de esta técnica, ya que considera que sus hallazgos suelen ser contrarios a sus limitados puntos de vista sobre la edad de las cosas. Esta actitud es absurda. Supongo que el escepticismo puede estar justificado en el caso de una única prueba en un único lugar que dé lugar a una interpretación singular. ¿Qué pasa con cientos de pruebas que corroboran los mismos datos? Eso es precisamente lo que encontramos al abordar las pruebas del Libro de Mormón y las fortificaciones militares.

A veces las evidencias poderosas no son tan directas como señalar con el dedo los altares de Nahom. Hay que concentrarse. Hay que invertir un mínimo de esfuerzo. Comience por ir a: https://bookofmormonresources.blogspot.com/2017/02/75-bc.html. En realidad, visite este sitio muy frecuentemente. He oído a la gente decir: “¿Dónde se puede encontrar nuevo material académico sobre el Libro de Mormón?” Bueno… ahora lo sabe.

Así que vamos a profundizar en esto. (¡Juego de palabras! No me di cuenta hasta que lo escribí.) En América Central no faltan ciudades antiguas rodeadas de fortificaciones. He aquí una pregunta mejor: ¿Dónde se concentran estos sitios fortificados? O mejor aún: Cuándo se inició la construcción de esas fortificaciones? Ahí es donde hay oro en las pruebas de carbono 14.

Para ilustrar mejor esta evidencia, revisemos algunas de las primeras perspectivas científicas sobre las antiguas ruinas del hemisferio occidental. El consenso original era que sitios colosales como Teotihuacán, Palenque y Copán no podían ser ciudades. Eran centros estrictamente ceremoniales, lugares de peregrinación para rituales religiosos. Si estos lugares eran comunidades reales que sostenían grandes poblaciones, ¿por qué estaban tan abandonados?

No fue hasta mediados del siglo XX cuando los arqueólogos admitieron finalmente que, sí, no habría tenido mucho sentido construir estas enormes estructuras en medio de la nada, a menos que también albergara una población permanente. Entonces, ¿cómo es que esos lugares se dejaron pudrir en la maleza?. Pasarían varias décadas más antes de que la ciencia se pusiera finalmente al día con el cuadro panorámico del Libro de Mormón. La realidad es que las impenetrables selvas del Petén y otras regiones de Mesoamérica albergaron en su día bulliciosas ciudades con millones de habitantes. Sin embargo, otro cambio de paradigma es la opinión de que los antiguos mayas eran ecologistas amantes de la paz. Hoy reconocemos que la guerra sangrienta era endémica, particularmente durante el clásico temprano de 250-500 d.C. ( véase Mormón 8:8 y Moroni 1:2).

Durante medio siglo los científicos e investigadores Santos de los Últimos Días se basaron en los análisis arqueológicos de sitios como Becán (y en menor medida Tikal) como el mejor ejemplo del tipo de fortificaciones militares concebidas y construidas por el capitán Moroni. Este fue un buen comienzo, pero el Libro de Mormón nombra ciudad tras ciudad en la tierra de Zarahemla -y más allá- que se sometieron a renovaciones defensivas en el siglo I a.C. para fortificarse contra los ejércitos de los lamanitas y gadiantones.

El Libro de Mormón es bastante específico en cuanto a cuándo Moroni y sus sucesores militares -Moroníah y Gidgiddoni- realizaron estas fortificaciones. Basándonos en una interpretación geográfica limitada del texto, deberíamos encontrar una gran concentración de comunidades rodeadas de zanjas y murallas de tierra, incluyendo pruebas de muros y empalizadas de piedra y/o madera, torres de vigilancia, lugares de recreo, e incluso caminos y calzadas para facilitar el despliegue de las tropas (las escrituras están repletas de estos detalles. Véase Alma 48:5-8, 49:12-15, 18, 22, 50:1, 4, 6, 12, 52:6, 53:3). Además, muchas obras de defensa deberían datar del período conocido como el “preclásico terminal” (alrededor del 100 a.C. a 100 d.C.), abarcando así las fortificaciones iniciadas por Moroni y sus sucesores.

Ahora viene la parte interesante. Vamos a centrarnos en la nueva y emocionante tecnología llamada LiDAR. LiDAR es un acrónimo que proviene de las palabras en inglés “coherent light detecting and ranging” [detección de luz coherente y alcance] . En pocas palabras, el costoso equipo se vuela en un patrón de cuadrícula lenta sobre un área geográfica en la que miles de millones de pulsos de láser crean imágenes tridimensionales de las estructuras ocultas bajo el denso follaje de la selva. En 2018 tuvo lugar en el sur de Guatemala la mayor prospección jamás intentada para la investigación arqueológica, mapeando 2100 kilómetros cuadrados cerca de la cuenca del Mirador, o un área de aproximadamente la mitad del tamaño de Utah.

Lo que encontraron es asombroso, especialmente en lo que se refiere al Libro de Mormón. Se identificaron al menos 31 casos de zonas defendidas en medio de una vasta red de asentamientos y aldeas hasta ahora desconocidas. Esta densidad de fortificaciones fue totalmente inesperada por los arqueólogos que revisaron los datos por primera vez. Algunos sitios cuyas fortificaciones datan del período preclásico terminal son El Mirador, Becán, Edzná, Cerros, Muralla de León, Civil, Chaak Ak’al, y múltiples ruinas en la cima de las colinas a lo largo del río Usumacinta superior, como Piedras Negras.

Las estimaciones de la población de la región maya en su apogeo han sido actualizadas alcanzando hasta los 20 millones. Esto es la mitad de la población de Europa durante el mismo período, aunque los mayas ocupaban alrededor de una 30ª parte de la masa terrestre, correlacionándose así con las “innumerables huestes” mencionadas en versículos como Alma 51:27.

Es demasiado pronto para sacar conclusiones concretas sobre cómo encajan estas zonas en el entorno del Libro de Mormón. Se necesitarán décadas para completar los estudios sobre el terreno de los miles de estructuras construidas por el hombre y expuestas por LiDAR, pero el “panorama general” revelado hasta ahora encaja notablemente con el mundo devastado por la guerra del capitán Moroni descrito en el Libro de Mormón.

Para más información, consulte estos artículos y blogs en línea:

https://evidencecentral.org/recency/evidence/fortifications

https://bookofmormonresources.blogspot.com/2018/02/lidar.html

https://bookofmormonresources.blogspot.com/2018/10/ground-truthed-lidar.html

https://bookofmormonresources.blogspot.com/2019/03/light-from-guatemala.html

https://bookofmormonresources.blogspot.com/2019/08/captain-moronis-towers.html

4. Hierro olmeca

A veces el Libro de Mormón suena glorioso no solamente por lo que dice, sino por lo que no dice. Observe este versículo de Éter:

trabajaban toda clase de minerales, y elaboraban el oro, la plata, el hierro,  el bronce, y toda clase de metales; y los sacaban de la tierra; por tanto, levantaron inmensos montones de tierra para obtener minerales, de oro, y de plata, y de hierro, y de cobre; e hicieron toda clase de obras finas (Éter 10:23).

¿Lo notó?,  quiero decir, ¿entendió lo que el Libro de Mormón no dice?, se trata de un versículo bastante detallado que habla de la metalurgia jaredita. El único término que falta es la fundición, es decir, el concepto de fundir el mineral en bruto -el hierro en particular- y fabricar herramientas, armas, ornamentos y otras novedades a partir de su estado fundido.

Los autores y compiladores del Libro de Mormón ciertamente entendían el concepto de fundir el mineral. Nefi construyó un fuelle para hacer herramientas de hierro con el fin de completar su barco hacia la tierra prometida (1 Ne. 17:9,17). Moroni se lamentó porque se había quedado sin espacio para escribir en las planchas de su padre y le faltaba mineral para crear más (Mormón 8:5), aunque en los años siguientes sí encontró dicho mineral y logró formular suficientes planchas adicionales para completar su propio registro, así como un resumen del registro de Éter. Jared y sus descendientes también estaban familiarizados con el proceso de fundición. En los días de Shule fundieron el mineral de la colina de Efraín para forjar espadas de acero, armas que resultaron fundamentales para asegurar la victoria decisiva de Shule en la batalla, lo que sugiere que tales armas entre los jareditas eran raras (Éter 7:9).

Los datos arqueológicos confirman que el trabajo de los metales en la época preclásica, especialmente en el periodo correspondiente a Éter 10:23, coincide exactamente con el proceso descrito en el versículo. Las frases clave son ” lo sacaban de la tierra” [el mineral] y “levantaron inmensos montones de tierra para obtener minerales”. Antes de leer sobre este tema, no sabía que se podían fabricar objetos útiles a partir de trozos naturales de hematita, magnetita e ilmenita extraídos directamente de la tierra. Estos trozos de hierro se esculpían y pulían como el mármol o el granito, con la diferencia de que el proceso de elaboración es más preciso e intensivo.16

Por lo visto, los talleres que se dedicaban a este tipo de trabajos en metal prosperaron durante el periodo preclásico de los olmecas. La civilización Olmeca -así llamada por las civilizaciones posteriores (traducida aproximadamente como “gente del árbol del caucho”)- se correlaciona a menudo con los jareditas. Las fechas correspondientes al auge y la caída de los jareditas comparadas con el auge y la caída de los olmecas tienen tantos paralelismos que a menudo se propone que son, en términos generales, una misma cosa. Una conclusión tan “férrea” puede ser excesivamente simplificada y requiere más análisis e investigación. No obstante, se han identificado talleres que fabricaban artefactos a partir de bloques de mineral de ilmenita en tres sitios del corazón olmeca: San Lorenzo en Veracruz, y Mirador Plumajillo y Amatal, ambos en Chiapas. El mineral fue importado de fuentes ígneas de Oaxaca y Chiapas.

La investigadora Ann Cyphers Guillén descubrió 8 toneladas de cuentas de mineral de hierro pulido y perforado en un taller cercano a la primera capital olmeca de San Lorenzo, que data de aproximadamente el año 1100 a.C., es decir, el mismo periodo general de Éter 10:24.17

Lecturas relacionadas:

Steven E. Jones, Samuel T. Jones y David E. Jones, “Archaeometry Applied to Olmec Iron-ore Beads,” BYU Studies Quarterly 37, no. 4 (1997): 129–142.

John L. Sorenson, Mormon’s Codex: An Ancient American Book (Provo and Salt Lake City, UT: Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship and Deseret Book, 2013), 331–344.

Jerry D. Grover, Jr., “The Swords of Shule,” en The Swords of Shule: Jaredite Land Northward Chronology, Geography, and Culture in Mesoamerica (Provo, UT: Challex Scientific Publishing, 2018), 267–281.

Book of Mormon Central, “Book of Mormon Evidence: Olmec Iron,” Evidence Central (septiembre 19, 2020)

5. El “crecimiento” del corazón

Otra frase utilizada para describir esta particular evidencia del Libro de Mormón es “árboles antropomórficos”. Se trata de una idea abstracta y puede que no encaje de inmediato en nuestras mentes occidentales, pero cuando se coloca en su contexto cultural adecuado esta recurrente y antigua imagen americana es hermosa, así como profunda. Su correlación con la parábola en Alma 32 de una semilla que brota en un “árbol de vida” fructífero al alimentar la fe de uno en la palabra de Dios, se vuelve evidente.

A continuación se muestra una reproducción muy limpia de dos “ancestros sagrados” tallados en el sarcófago de Pakal en Palenque. Estas figuras eran veneradas por los pueblos antiguos como entidades simbólicas de sabiduría y bondad. En esta talla están representados como árboles frutales antropomórficos o como seres con plantas frutales que brotan de sus cuerpos.

Dos "ancestros sagrados" tallados en el sarcófago de Pakal en Palenque.
Dos “ancestros sagrados” representados como árboles frutales antropomórficos tallados en el sarcófago de Pakal en Palenque.

Figura 1

 

En Alma 32 se lee:

Compararemos, pues, la palabra a una semilla.  Ahora bien, si dais lugar para que sea sembrada una semilla en vuestro corazón, he aquí, si es una semilla verdadera, o semilla buena, y no la echáis fuera por vuestra incredulidad, resistiendo al Espíritu del Señor, he aquí, empezará a hincharse en vuestro pecho; y al sentir esta sensación de crecimiento, empezaréis a decir dentro de vosotros: Debe ser que esta es una semilla buena, porque empieza a  ensanchar mi alma; sí, empieza a iluminar mi entendimiento, sí, empieza a ser deliciosa para mí (v. 28).

Pero si cultiváis la palabra, sí, y nutrís el árbol mientras empiece a crecer, mediante vuestra fe, con gran diligencia y con  paciencia, mirando hacia adelante a su fruto, echará raíz; y he aquí, será un árbol que brotará  para vida sempiterna (v. 41).

Pocos negarían el impacto de gran alcance que estos versículos han tenido en las mentes y los corazones de los Santos de los Últimos Días de hoy. Por lo tanto, no debemos subestimar la profundidad del impacto que habrían tenido en las mentes y los corazones de aquellos que escucharon esta metáfora de la boca del profeta Alma. El concepto de plantas fructíferas que brotan de los cuerpos físicos de las deidades y de los líderes estimados existía antes del sermón de Alma, ya en la época olmeca en sitios como Izapa en el sur de México.

Es fácil imaginar a un inspirado Alma hijo utilizando este simbolismo existente para inculcar en las mentes de los humildes y empobrecidos ciudadanos de los zoramitas que no necesitaban depender de intermediarios entre la élite para ejercer la fe, como había sido la tradición prevaleciente. Ellos mismos podían orar directamente a Dios para pedir sus bendiciones. Los componentes de esta metáfora son muy específicos (criterio núm. 1) y no se celebran en ninguna otra cultura del mundo (criterio núm. 2).

A continuación se muestra una variación de este tema icónico del códice postclásico Fejervary-Mayer que se cree que se originó en Veracruz. La imagen representa al dios azteca del sol, Tláloc, cuidando una planta de maíz humana.

Detalle del códice Fejervary-Mayer, donde se representa al dios azteca del sol, Tláloc, cuidando una planta de maíz humana.
Detalle del códice Fejervary-Mayer, donde se representa al dios azteca del sol, Tláloc, cuidando una planta de maíz humana.

Figura 2

En el siguiente dibujo, la figura de la derecha es un mono escriba que sostiene un códice. La figura de la izquierda tiene su mano en la espalda del escriba. Un tallo de maíz brota por debajo de su brazo derecho.18

Figura 3

La metáfora básica del favor, la fertilidad y la salvación que florece del corazón humano continuó mucho más allá de la destrucción de los nefitas, y se representa en las siguientes imágenes como árboles abundantes que brotan del pecho de las víctimas del sacrificio.

Figura 419

Figura 520

Figura 621

El tema central de una semilla plantada en el corazón y alimentada hasta que se convierte en un “árbol de vida eterna” fructífero conservó su carácter único y extraordinario durante generaciones en toda Mesoamérica, iluminando así el poder y el significado de la exhortación espiritual de Alma a los zoramitas (criterio núm. 4). Por lo tanto, califica como otra evidencia convincente de la relevancia e historicidad del Libro de Mormón.

Para más información, visite:

https://bookofmormonresources.blogspot.com/2016/02/anthropomorphic-trees.html

Clark, John E., “Archeology, Relics, and Book of Mormon Belief,” Journal of Book of Mormon Studies, Vol. 14, No. 2 (2005): 38–49, 71–74.

Book of Mormon Central, “Book of Mormon Evidence: Tree Planted in Heart,” Evidence Central (septiembre 19, 2020).

Conclusión

Tantos recursos. Tantos datos de apoyo. Todo me parece tan obvio. Pero tal vez sea por el tiempo y el esfuerzo que he invertido en profundizar en la literatura histórica y las publicaciones científicas. A la luz de eso, debo confesar que mi testimonio original no se basa en nada de eso. Mi testimonio del Libro de Mormón lo recibí cuando era muy joven, un mero muchacho de 18 años. En ese momento no sabía nada sobre las antiguas civilizaciones del Nuevo Mundo. Simplemente leí el volumen y puse a prueba la promesa de Moroni 10:3-5, como han hecho millones de personas desde que se publicó el volumen. Fue la confirmación espiritual que recibí en una víspera de noviembre de 1981 lo que finalmente me obligó a embarcarme en una odisea personal para aprender todo lo que pudiera sobre las personas y los lugares descritos en sus páginas. Estos estudios han mejorado mi testimonio, pero ciertamente no son la fuente del mismo.

En un futuro próximo espero que abordemos otras cinco evidencias arqueológicas contundentes del Libro de Mormón. Hasta entonces, espero que todos continúen sumergiéndose en sus páginas y cosechen todas las bendiciones y beneficios que este volumen sagrado tiene para ofrecer, cuya profundidad y amplitud no creo que hayan sido jamás determinadas “científicamente”.

 

1. Holloway, April, “What Happened to the Sunken City of Cuba?”, julio 22 de 2014, Ancient Origins.
2. Truman, Dave, “The Sunken Cities of Titikaka: Just Gilded Fables, or the Relics of an Ancient History that is Being Suppressed?”, marzo 3 de 2017.
3. Ibid. La antigüedad de las ruinas sumergidas de Titicaca es citada en numerosas ocasiones por arqueólogos bolivianos, brasileños, italianos y franceses en el artículo de Truman, ninguna posterior a 2000 a.C.
4. La dendrocronología es el estudio de los efectos medioambientales sobre la anchura de los anillos de los árboles a lo largo del tiempo. La datación por radiocarbono de los anillos de los árboles permite a los científicos construir un registro fiable de la concentración de carbono-14 en la atmósfera. Este registro compuesto permite datar las erupciones cotejando el rastro ondulado de carbono-14 en un árbol muerto por una erupción con el rastro ondulado de carbono-14 atmosférico de la curva de referencia (término conocido en inglés como “wiggle-match”). Las técnicas de datación científica han mejorado mucho en las últimas décadas, pero el autor no puede confirmar si los arqueólogos aplicaron las técnicas más avanzadas en las ruinas hundidas alrededor del lago Titicaca. Para más información en general sobre los métodos actuales de datación científica, especialmente los asociados a las erupciones volcánicas, consulte https://www.sciencelearn.org.nz/resources/2698-explosive-lies-how-volcanoes-can-lie-about-their-age-and-what-it-means-for-us. Consulte también los enlaces asociados que se ofrecen en esta página.
5. Basado en un estudio geofísico inédito examinado por el personal de Book of Mormon Central.
6. Atwood, “Lost Island of the Maya,” 43.
7. Basado en un estudio geofísico no publicado. Véase también, Atwood, “Lost Island of the Maya”, 42. Para información sobre los desastres naturales en 3 Nefi y su probable conexión con la actividad volcánica y geológica, véase Book of Mormon Central, “¿Qué causó la oscuridad y destrucción en el año 34? (3 Nefi 8:20),” KnoWhy 197 (septiembre 4, 2017).
8. Atwood, “Lost Island of the Maya,” 43.
9. Sorenson, Mormon’s Codex, 647. De acuerdo con Sorenson, su propuesta de geografía del Libro de Mormón “sitúa de forma plausible la ciudad de Jerusalén en la orilla sur del lago Atitlán. La casi coincidencia en el tiempo entre la inundación descrita en la ciudad del Libro de Mormón y la subida de las aguas del lago sobre Samabaj, así como la forma aparentemente abrupta de esa subida, es sorprendente.” Aunque el momento de la inundación del sitio puede ser demasiado tardío, la correlación geográfica de Sorenson sigue siendo intrigante y merece mayor consideración y exploración.
10. Sahagun, Bernardo de,  Historia General de las Cosas de Nueva España,” México: Editorial Porrúa, S.A., 1985, pp. 195, 598).
11. Historia de las Indias de Nueva España, 1867, first ed., 2 vols., México: Editorial Porrúa, S.A., 1967, 1:9.
12. Kirk Magleby, “A Survey of Mesoamerican Bearded Figures” (F.A.R.M.S. paper, 1979).
13. http://www.bmaf.org/conference/2008/david_lee
14. Norman, V. Garth, “Bearded Foreigners in Mesoamerica,” Feb. 2005.
15. Alexander von Wuthenau, The Art of Terracotta Pottery in Pre-Columbian Central and South America, (New York, Crown publishers, Inc. 1969).
16. Carlson, John B., “Olmec Concave Iron-Ore Mirrors: The Aesthetics of a Lithic Technology and the Lord of the Mirror” en The Olmec and Their Neighbors: Essays in Memory of Matthew W. Stirling, ed. Matthew W. Stirling, Michael D. Coe, Elizabeth P. Benson y David C. Grove (Washington, DC: Dumbarton Oaks, 1981). Matthew Stirling descubrió espejos de hematita pulida en La Venta en los años 40.
17. Guillén, Ann Cyphers, “San Lorenzo Tenochtitlán” en Los Olmecas en Mesoamérica, ed. John E. Clark (Mexico City: Citibank/Mexico, 1994), 43–67.
18. Esta es la figura 6 del artículo “Mathematics of the Maya” de Michael P. Closs en Encyclopaedia of the History of Science, Technology, and Medicine in Non-Western Cultures, editado por Helain Selin, (New York: Springer-Science=business Media, B.V., 1997), p. 650.
19. Esta imagen de un árbol que crece de una figura esquelética es del Códice Borgia del período posclásico que se cree que se originó en Puebla.
20. Este ejemplo pertenece a la página 3 del Códice Dresde, que data de alrededor del año 1100 y procede de Chichén Itzá, Yucatán. Representa el “árbol de la vida” creciendo del cuerpo sacrificado del dios del maíz.
21. Esta imagen de la Estela 11 de Piedras Negras representa una plántula que brota del corazón de una víctima de sacrificio. Dibujo de Linda Schele.

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