¿Cómo puede ayudarnos a mantener “la unidad de la fe” ser “el templo de Dios”?

¿Cómo puede ayudarnos a mantener “la unidad de la fe” ser “el templo de Dios”?

¿Cómo puede ayudarnos a mantener “la unidad de la fe” ser “el templo de Dios”?

agosto 23, 2019
Post contribuido por: Equipo BMC

 

Al escribir a los santos en Corinto, Pablo enfatizó fuertemente “no haya entre vosotros disensiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Corintios 1:10). Trató de enseñarles que no debería haber disputas entre ellos, y que “Cristo” no debe ser dividido ( vv. 11,13). La predicación de Cristo debería servir para unirlos y no ser un obstáculo, como a menudo sucedió entre los judíos de la época.

En el Libro de Mormón, el profeta Jacob también hizo referencia a Cristo y cómo el rechazarlo causaría que las personas tropezaran (Jacob 4:15).  Jacob comparó a Cristo con una roca sobre la cual podrían “edificar y tener fundamento seguro” (v.16 ; cf. Helamán 5:12). Este simbolismo hace referencia a Salmo 118:22 e Isaías 28:16 , los cuales representan al Señor poniendo una “piedra angular” como base para Sion o para el templo. Jacob usó otro versículo relacionado con Isaías que dice que el Señor de los Ejércitos mismo será una “piedra de tropiezo”—pero que también será “santuario” o “templo” (Isaías 8:14).  Jehová se convertiría en un templo metafórico o espiritual, un lugar de santidad, bendición y seguridad para aquellos de la casa de Israel que permanecieron fieles.

En una epístola a los efesios, Pablo usó algunos de los mismos pasajes del Antiguo Testamento para enseñar que los santos eran “miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19)—la palabra “miembro” siendo traducido del griego oikeioi, cuya palabra raíz es oikos puede significar “casa” o “templo”. Pablo continuó explicando que los miembros de la Iglesia son “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor” ( Efesios 2:20-21). Pablo aquí describe a Cristo como la piedra angular de un espiritual “templo santo” que se relaciona con toda la Iglesia, y específicamente los miembros que componen esa Iglesia ( vv. 21–22).

Hubo otros líderes religiosos en la época de Cristo que también entendieron que las Escrituras implican que el cuerpo de creyentes debe ser visto como un templo espiritual de Dios. Los autores de algunos de los Rollos del Mar Muerto encontrados en Qumran vieron a su propia comunidad como el Templo de Dios. El texto conocido como 1QRule of the Community [1QS] 9:5–7 declara:

En ese tiempo, los hombres de la comunidad constituirán un Templo verdadero y distintivo, un verdadero Lugar Santísimo, en el que el sacerdocio puede encajar adecuadamente y una sinagoga verdadera y distintiva compuesta por laicos que caminan en integridad. 1

Pablo sugirió que no solo toda la Iglesia, como cuerpo, sería el templo de Dios, sino que el cuerpo de cada miembro sería también un templo. Así como Jesús podría referirse a Su cuerpo como un templo (Juan 2:19-21). De manera similar, Pablo declaró a los santos en Corinto: “vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros” ( 1 Corintios 6:19 ; cf. 3:16–17). En su segunda epístola a los corintios, Pablo afirmó además que “Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos; y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” ( 2 Corintios 6:16). Para que este sea el caso, los santos deben “apartarse” de los inicuos y no tocar lo “inmundo” ( v. 17).

Aunque el cuerpo de cada miembro puede, de manera importante, ser visto como un templo, Pablo enfatizó que esencialmente hay “un cuerpo”: la comunidad de creyentes en Cristo (Efesios 4:4). Al definir este cuerpo, declaró que había “un Dios y Padre de todos, quien está sobre todos, y por todos y en todos vosotros” (Efesios 4:5–6). Tal como había hecho referencia anteriormente a los apóstoles y profetas como parte de la fundación de este templo espiritual (Efesios 2:20), Pablo ahora enfatiza que los apóstoles, profetas y otros líderes de la iglesia fueron dados por Dios para “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11–13). Seguir la guía de estos líderes puede ayudarnos a asegurarnos que somos parte del “templo de Dios”.

Volviendo a 1 Corintios, Pablo advirtió que para ser parte de la “hermandad” de la comunidad / templo de Dios, no podría haber contenciones o divisiones entre los santos y que necesitaban estar “perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” ( 1 Corintios 1:9–10). Este tipo de unidad debería recordarnos al pueblo de Enoc, de quien se dijo: “el Señor llamó Sion a su pueblo, porque eran uno en corazón y voluntad, y vivían en rectitud; y no había pobres entre ellos” (Moisés 7:18). Además se nos dice que “Enoc y todo su pueblo anduvieron con Dios, y él moró en medio de Sion” (Moisés 7:69), tal como habitaría en un templo.

El Salmo 132:13 nos informa “Jehová ha escogido a Sion; la ha anhelado como habitación para sí”.  Si estamos perfectamente unidos, nos separamos de los impíos y nos mantenemos alejados de las cosas impuras, como lo enseñó Pablo, podemos, tanto como comunidad como individualmente, ser el templo de Dios. Él dirá de nosotros: “Habitaré y andaré entre ellos; y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (2 Corintios 6:16). Para que estas bendiciones se realicen en nuestras vidas, tal vez deberíamos hacernos periódicamente la pregunta de Pablo: ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? (1 Corintios 3:16).

 

1. Véase Theodor Herzl Gaster, trans., The Dead Sea Scriptures in English Translation (Garden City, NY: Anchor, 1964). Compare con 4QFlorilegium 1:6,donde Dios es visto como la construcción de Su propio templo, que consiste en la comunidad en la que habita. Vea más discusión sobre esto en Bertil E. Gärtner, The Temple and the Community in Qumran and the New Testament: A Comparative Study in the Temple Symbolism of the Qumran Texts and the New Testament (Cambridge: Cambridge University, 1965), 16–18, 44–46..

Pinterest
Facebook
Twitter