Cinco evidencias arqueológicas convincentes para el Libro de Mormón

Cinco evidencias arqueológicas convincentes para el Libro de Mormón

Cinco evidencias arqueológicas convincentes para el Libro de Mormón

marzo 6, 2018
Post contribuido por: Christ Heimerdinger

 

 

Ha estado con nosotros por casi 200 años. Recuenta el esplendor y caída de dos poderosas naciones con decenas de miles -potencialmente millones— de habitantes (Éter 15:2). Parece perfectamente natural esperar que existan evidencias físicas, ¿no es así?.

Los autores del Libro de Mormón dejaron claro que era un registro espiritual, y que tocaría aspectos históricos de manera ligera (1 Nefi 9:22 Nefi 5:33Jacob 1:2–3). Sus compiladores minimizaron referencias culturales para maximizar su universalidad, particularmente para la gente en los últimos días (Alma 37:14, 18–19Mormón 3:17–228:25–41). Demasiadas referencias históricas y culturales podrían haber socavado o diluido sus objetivos espirituales.

En este sentido, los autores y compendiadores del Libro de Mormón parecen admirablemente clarividentes. Sin embargo, para comunicar de manera efectiva muchas doctrinas esclarecedoras, era necesario e inevitable incorporar algo de historia y cultura.

Aún así, los Santos de los Últimos Días tienen preguntas. Los nefitas, los lamanitas y los jareditas tenían que vivir en algún lugar. Una curiosidad saludable no necesita ser reprimida, siendo “saludable” la palabra operativa. No obsesivo. No con la exclusión de los principios esbozados por Moroni.

Evidencias de apoyo del Libro de Mormón son ampliamente identificables. El volumen ha invitado desde hace mucho tiempo al escrutinio de todas las ramas de la ciencia. La arqueología misma se puede dividir y subdividir en numerosas disciplinas. No podría cubrir todas las correlaciones del Libro de Mormón de una vez. En este post, quiero enfatizar las evidencias físicas, cosas que puedes tocar, ver, sentir. Aunque hay muchos más de cinco, he tratado de presentar una muestra representativa.

 

1. Planchas de metal

Casi parece una pena usar una de mis 5 evidencias aquí. El tema de las placas de metal inscritas en cajas de piedra ha sido descartado con tanta efectividad por la arqueología moderna que los Santos de los Últimos Días apenas recuerdan cuando fue una de las críticas más frecuentes y mordaces del mormonismo. Nos dijeron que los antiguos no conservaban los registros en las planchas.1 Se nos dijo que los israelitas antiguos, en particular, no escribieron en planchas.2 Nos dijeron que habrían sido demasiado pesadas para que José las cargara huyendo de los rufianes o de un escondite a otro.3

El tiempo ha hecho que todas esas objeciones sean discutibles. Cientos, si no miles, de ejemplos de placas de metal -cobre, plata, bronce, latón y sí, oro-, muchas en cajas de piedra, e incluso algunas atadas con anillos de metal, han sido desenterradas en lugares tan diversos como España, Bulgaria, Italia, Grecia, Corea, Egipto, Siria, Irán, incluso Mesoamérica, demasiados para mencionar. En cuanto a Israel, no solo hemos encontrado el famoso rollo de cobre de Cumrán, sino también dos pequeñas planchas de plata que datan de los siglos VII-VI a.C.4

Finalmente, nos enteramos de una brillante aleación de oro y cobre llamada tumbaga por los españoles que ha existido desde la época precolombina -la misma composición descrita por el hermano de José, William- trayendo las placas a un agradable peso “fuerte” de 40-60 lbs.5

Para mayor información, eche un vistazo a varios KnoWhys sobre el tema aquí, aquí, y aquí.

 

2. Un altar árabe en un cruce de caminos llamado Nahom

De acuerdo, lo admitimos, este objeto está presente en la mayoría de las listas de evidencias del Libro de Mormón, sin duda porque es muy acertado. No uno, sino tres altares antiguos con las tres consonantes semíticas del nombre del lugar, Nahom, como se menciona en 1 Nefi 16:34. No importa la falta de vocales en el alfabeto hebreo que pueden alterar la pronunciación: “Ni-ham,” “Nu-heem,” “Nehum”. La coincidencia es asombrosa. No solamente estos altares se encuentran en el lugar correcto, sino que datan del tiempo correcto. Si eso no es suficiente, el mismo Nahom aparece asociado con la palabra hebrea “luto”, lo cual es precisamente el por qué los lehitas estaban ahí. Nahom era una de las zonas de enterramiento más grandes de la antigua Arabia del Suroeste,6 y los viajeros estaban allí para llorar la muerte de su amado amigo, Ismael.

José Smith no pudo saber esto en 1830. Algunas de las teorías propuestas para explicar esta coincidencia tienen menores probabilidades que las de José de hacer una conjetura salvaje y afortunada. ¿Quiere aprender más acerca del tema?, visite nuestro KnoWhy aquí y mire nuestro video acerca de Evidencias de Nahom aquí.

 

3. Cemento

Para una evidencia física en particular, no busque más allá de una gran cantidad de sitios arqueológicos de diferentes siglos, sino particularmente algunos siglos a cada lado del meridiano del tiempo. ¿Esa evidencia? Cemento.

Durante el primer siglo antes de Cristo, los nefitas enfrentaron un desafío complicado. Los peores miedos del Lórax se volvieron realidad: en la tierra se agotó la madera. Esto los obligó a confiar en la elaboración de cemento para la construcción de viviendas y otros edificios, convirtiéndose, o eso nos han dicho, en expertos (Helamán 3:7).

Nadie en el tiempo de José Smith podría haber señalado a ninguna pared de cemento o fuente de nativos americanos. B.H. Roberts escribió una carta en 1932 citando algunas fuentes para el trabajo con cemento, con fecha anterior a la publicación del Libro de Mormón, pero esta información fue muy oscura hasta mediados del siglo XX. Emplear la palabra “cemento” se citó como prueba anacrónica de la fabricación en el Libro de Mormón.7

Una vez más, la paciencia trasformó esto en un tema sin problema. No solamente se han identificado estructuras de cemento a lo largo de Mesoamérica, sino que como el Dr John Sorenson notó, “La aparición del cemento en el primer siglo a.C en el Libro de Mormón concuerda notablemente con la arqueología del centro de México”.8 El Dr. John W Welch señaló que ningún arqueólogo en 1829 pudo haber sabido con qué precisión la datación de esta adaptación tecnológica se correlacionaba con lo que sucedía en el terreno.9 Para aprender más, eche un vistazo aquí.

 

4. El Sello de Mulek

Primero, note que las evidencias de un texto sagrado son cosas extraordinarias. Los artefactos que respaldan el Antiguo Testamento, por ejemplo, son raros y altamente atesorados por personas de fe en Israel y en todo el mundo.

Ahora considere un pequeño emblema de arcilla para estampar documentos encontrado en Jerusalén, en la década de los ochentas, con el nombre Malkiyahu ben hamelek, ó Malkiyahu hijo del rey. Este sello data de finales del siglo VII o principios del VI a. C.

Los lectores del Libro de Mormón están muy conscientes de un grupo tribal que afirmaba descender del hijo del rey Sedequías, llamado Mulek (Helamán 6:108:21). El problema es, que la Historia no tuvo conocimiento de ningún “Príncipe Mulek”, y mucho menos de los hijos del rey Sedequías que hubieran sobrevivido a la masacre en Babilonia. ¿Y uno que encontró aliados y emigró al Nuevo Mundo? Eso es lo que hace que este sello sea tan interesante. Mulek es fácilmente una forma hipocorística o abreviada de Malkiyahu, exactamente como hoy abreviaríamos a Alexander a Alex o Natanael a Natan . Mulek también puede haber sido mencionado en Jeremías 38: 6.10 Este objeto es tan pequeño como el tamaño de una uña, pero sus implicaciones podrían ser enormes. Definitivamente vale la pena buscar más detalles aquí.

 

5. Cebada en las Américas

Nuestra evidencia física final es pequeña – tan pequeña como un solo grano. De hecho, es un grano. En Mosíah 7:22 leemos que los nefitas cultivaron cebada, incluso lo usaron con propósitos monetarios: “Y he aquí, nosotros actualmente pagamos tributo al rey de los lamanitas, que equivale a la mitad de nuestro maíz, y de nuestra cebada, y aun de todos nuestros granos, sean de la clase que fueren”.

La cebada aparece en el Libro de Mormón en cuatro diferentes ocasiones (Mosíah 7:22; 9:9; Alma 11:7, 15; Mosíah 9:9 ). Sin embargo, antes del año 1492, no se sabía que este grano haya existido y mucho menos cultivado en este hemisferio. Por lo tanto, más forraje para la crítica y el ridículo contra el Libro de Mormón.

No fue sino hasta el año 1983 que los arqueólogos reconocieron la existencia y el cultivo de un tipo de cebada en el Nuevo Mundo que databa del año 800 a.C.11 Para aprender mas, consulte aquí.

 

Conclusión

Esta no es, de ningún modo, una lista completa, apenas araña la superficie. Mi objetivo era ofrecer una muestra del compendio creciente de evidencias arqueológicas del Libro de Mormón. También, para que todos recordemos- miembros y no miembros, no versados y eruditos- que nuestro atributo más valioso respecto a estas investigaciones debe ser la paciencia. Como han atestiguado los estudiosos SUD, el tiempo no ha disminuido la relevancia del Libro de Mormón. En cambio, se ha expandido y amplificado.12

Sin embargo, es importante reafirmar el énfasis principal: la evidencia física palidece junto a la revelación personal, una promesa que el Libro de Mormón se extiende a cada investigador sincero y fiel. Este principio fue vital antes de ser definidos la mayoría de los campos científicos de la actualidad y seguramente perdurarán mucho después de que tales disciplinas se hayan re-dividido y re-subdividido ad infinitum.

1. Véase M.T. Lamb, The Golden Bible: Or, the Book of Mormon. Is It From God? (New York: Ward and Drummond, 1887), 11.
2. Véase La Roy Sunderland, Zion’s Watchman (New York) 3, no. 8 (Febrero 24, 1838).
3. Eber D. HoweMormonism Unvailed (Painesville, Ohio: Telegraph Press, 1834).
4. H. Curtis Wright, “Ancient Burials of Metal Documents in Stone Boxes,” en By Study and Also by Faith: Essays in Honor of Hugh W. Nibley, ed. John M. Lunquist and Stephen D. Ricks, 2 vols. (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book Company and FARMS, 1990), 2:273–334.
5. William Smith, The Saints’ Herald, Octubre 4, 1884, 644; como se cita en Henrichsen, “How Witnesses Described the ‘Gold Plates’,” 17; Read H. Putnam, “Were the Golden Plates made of Tumbaga?” Improvement Era 69, no. 9 (Septiembre 1966): 788–789, 828–831.
6. Warren P. Aston, Lehi and Sariah in Arabia: The Old World Setting of the Book of Mormon (Xlibris, 2015), 72–73.
7. Heber J. Grant, Conference Report, Abril 1929, 129; John L. Smith, “What about those Gold Plates?” The Utah Evangel 33, no. 6 (Septiembre 1986): 8.
8. John L. Sorenson, Mormon’s Codex: An Ancient American Book (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book and Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship, 2013), 322.
9. John W. Welch, “A Steady Stream of Significant Recognitions,” en Echoes and Evidences of the Book of Mormon, ed. Donald W. Parry, Daniel C. Peterson, and John W. Welch (Provo, UT: FARMS, 2002), 372–374.
10. Robert F. Smith, “New Information about Mulek, Son of the King,” en Reexploring the Book of Mormon: A Decade of New Research (Salt Lake City, UT and Provo, UT: Deseret Book and FARMS, 1992), 142–144; John A. Tvedtnes, John Gee, and Matthew Roper, “Book of Mormon Names Attested in Ancient Hebrew Inscriptions,” Journal of Book of Mormon Studies 9, no. 1 (2000): 51.
11. John L. Sorenson and Robert F. Smith, “Barley in Ancient America,” in Reexploring the Book of Mormon: A Decade of New Research, ed. John W. Welch (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book and FARMS, 1992), 130–132; Michael T. Dunn and William Green, “Terminal Archaic and Early Woodland Plant Use at the Gast Spring Site (13LA152) Southeast Iowa,” Midcontinental Journal of Archaeology 23, no. 1 (1998): 64.
12. John E. Clark, “Archaeological Trends and the Book of Mormon Origins,” en The Worlds of Joseph Smith: A Bicentennial Conference at the Library of Congress, ed. John W. Welch (Provo, UT: BYU Press, 2006), 94–95. “La tendencia general en la fecha de los últimos 175 años se ajusta a las expectativas del Libro de Mormón como historia en lugar de engaño. … Como lo ve la ciencia, el Libro de Mormón es más fuerte hoy de lo que era en 1830, 1844, 1950 o incluso 2000, por lo que espero que continúe fortaleciéndose en el futuro.” (p. 95).