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KnoWhy #77

¿Por qué el registro de Coriántumr fue grabado en una “piedra grande”?

abril 7, 2017
KnoWhy #77
Estela 5 en Takalik Abaj, El Asintal, Retalhuleu, Guatemala, que muestra un ejemplo temprano de una fecha de Cuenta Larga. Altar 8 se encuentra delante de él. Imagen vía wikimedia Commons
“Y acaeció que en los días de Mosíah se le trajo una piedra grande con grabados; y él interpretó los grabados por el don y poder de Dios”
Omni 1:20

El conocimiento

Cuando el pueblo de Zarahemla conoció al primer rey Mosíah, le mostraron una “piedra grande con grabados” los cuales Mosíah fue capaz de interpretar “por el don y poder de Dios”. La piedra relata “la historia de un tal Coriántumr y la matanza de su pueblo” y también relataba “algunas palabras acerca de los padres de Coriántumr” y mencionaba el origen de los jareditas que “vinieron de una torre” (Omni 1:20-22).

Los primeros Santos de los Últimos Días que vivieron en Nauvoo estaban interesados en saber que los exploradores John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood habían descubierto una gran piedra entre las ruinas de Quiriguá en Guatemala. En octubre de 1842, con José Smith a la cabeza como editor, Times and Seasons informó, “que una gran piedra con grabados sobre ella” había sido descubierta por Stephens, “entre los recuerdos abandonados de lo, (para él), perdido y desconocido.1  Esto fue visto como evidencia favorable para el Libro de Mormón por la primera generación de mormones.

Hoy en día, las grandes piedras talladas, llamadas estelas, de los mayas y en otras culturas mesoamericanas son bien conocidas. Brant A. Gardner explicó: “Mesoamérica es único en el hemisferio occidental por sus sistemas de escritura. … Parte de esta tradición incluye inscripciones en estelas, o piedras grandes”.2 Estas fueron llamadas lakam-tuun por los mayas, que literalmente significa “piedra grande”, tal como dice en Omni 1:20.3 Los mesoamericanistas SUD Mark Wright y Kerry Hull han señalado el significado potencial de esta conexión.4

Comparando y contrastando el contenido de las estelas con otros medios de escritura en el área de Mesoamérica, John L. Sorenson explicó:

La otra gran clase de documentos de los cuales sabemos consiste en piedras inscritas. Aquellas también fueron escritas comúnmente en dos columnas. De nuevo se presentaría alguna figura humana o una escena histórica más compleja o mitológica. Algunas veces eran los textos que eran primarios, y el arte secundario y otras ocasiones a la inversa.5

La mayoría de las estelas tenían el propósito de conmemorar al rey y sus logros.6 Los historiadores de arte mesoamericano Maline D. Werness-Rude y Kaylee R. Spencer dijeron: “Las estelas a menudo representan el semblante de un rey”, y que “las estelas deben ser vistas… como registros históricos de actividades pasadas”. Agregaron:

Las inscripciones talladas a los lados y con frecuencia en las espaldas de las esculturas anclan específicamente las acciones del gobernante en el tiempo y el espacio. Ellos también nombran a dioses y ancestros particulares… Tanto el texto como la iconografía crean un paralelismo entre las acciones del que tiene el puesto y aquellos que fueron reyes y reinas pasados—ancestros cuyas actividades en otras estelas… recuentan.7

El origen de esta práctica comenzó con los olmecas, una cultura mesoamericana contemporánea a los jareditas.8 Para el año 400 a. C. las estelas normalmente se centraban en un rey o gobernante, representándolo como un guerrero, proporcionando un registro de sus acciones y nombrando los antepasados ​​del gobernante.9 Estos detalles son ampliamente consistentes con la breve descripción dada en Omni 1:20-22.10

El porqué

Las inscripciones monumentales de Mesoamérica no eran ampliamente conocidas en los Estados Unidos hasta después de que Stephens y Catherwood publicaron sus descubrimientos en 1841.11 La emoción en y alrededor de Nauvoo sobre sus hallazgos en 1842 indica que era muy probable que José Smith y los primeros Santos de los Últimos Días no sabían nada de cosas como las inscripciones en piedra encontradas en las Américas anteriormente.

Aún cuando el conocimiento de las estelas mesoamericanas aumentó, las inscripciones se mantuvieron indescifrables, y como tal, la comprensión de su contenido fue limitada. Antes de la década de 1960, la mayoría de los eruditos creían que los monumentos mesoamericanos no tenían de ninguna manera algún contenido histórico, pero que representaban y describían exclusivamente a dioses y mitos.12 Sin embargo, el Libro de Mormón describe una “piedra grande” grabada con la historia de un rey, sus batallas, sus ancestros y los orígenes de su linaje gobernante.

Ahora en día es fácil dar por hecho la evidencia de monumentos de piedras grandes de Mesoamérica y creer que es poco o nada significativo para el Libro de Mormón. Tal actitud, sin embargo, falla en apreciar cómo la práctica era desconocida en los tiempos de José Smith y el hecho de que tomó entre 130 a 160 años para los lingüistas y epigrafistas para que se pusieran al día con la descripción de Amalekí en Omni 1:20-22 .13

Lo más que los eruditos aprendan sobre las estelas de Mesoamérica, más cómodamente encaja la descripción de la estela de Coriamtumr. Este es un caso donde la arqueología ahora apoya firmemente el Libro de Mormón, mientras que no parecía hacerlo antes. El darse cuenta de esto, señala la importancia de tener paciencia cuando se trata de comparar un texto como el Libro de Mormón al registro arqueológico.14

Otras lecturas

Brant A. Gardner, Second Witness: Analytical and Contextual Commentary on the Book of Mormon, 6 vols. (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2007–2008), 3:64–65.

Daniel Johnson, Jared Cooper, and Derek Glasser, An LDS Guide to Mesoamerica (Springville, UT: Cedar Fort, 2008), 55–59 (barra lateral).

John L. Sorenson, “The Book of Mormon as a Mesoamerican Record,” in Book of Mormon Authorship Revisited: The Evidence for Ancient Origins, ed. Noel B. Reynolds (Provo, UT: FARMS, 1996), 412–418.

 

1.Zarahemla,” Times and Seasons 3, no. 23 (October 1842): 927. La autoría de este y otros artículos relacionados con la geografía del Libro de Mormón que aparece en Times and Seasons durante el cargo de José Smith como editor ha sido un punto de disputa en años recientes. Véase Neal Rappleye, “‘War of Words and Tumult of Opinions’: The Battle for Joseph Smith’s Words in Book of Mormon Geography,” Interpreter: A Journal Mormon Scripture 11 (2014): 37–95.
2. Brant A. Gardner, Second Witness: Analytical and Contextual Commentary on the Book of Mormon, 6 vols. (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2007–2008), 3:64.
3. Kerry M. Hull, “War Banners: A Mesoamerican Context for the Title of Liberty,” Journal of Book of Mormon Studies 24 (2015): 108–109.
4. Hull, “War Banners,” 116–117: “La descripción aparentemente aburrida del monumento como una simple ‘piedra grande’ en realidad puede ser significativa. Como se notó arriba, para los antiguos mayas la palabra ‘estela’ era lakam-tuun, que se traduce literalmente como ‘piedra grande’. Aunque posiblemente sea una mera coincidencia, que la precisa designación de ‘piedra grande’ para un monumento tallado con escritura en él se hubiera dado en el Libro de Mormón así como en miríadas de textos antiguos mayas es un indicio más de un origen de cultura y lingüística compartida”. Hull,“War Banners, 117 n.107 identifica a Mark Wright como el primero que hizo la observación en una conferencia del Book of Mormon Archaeological en el 2006.
5. John L. Sorenson, “The Book of Mormon as a Mesoamerican Record,” in Book of Mormon Authorship Revisited: The Evidence for Ancient Origins, ed. Noel B. Reynolds (Provo, UT: FARMS, 1996), 413.
6. Mary Miller and Karl Taube, An Illustrated Dictionary of The Gods and Symbols of Ancient Mexico and the Maya (New York, NY: Thames and Hudson, 1993), 157: “Los pueblos mesoamericanos levantaron las losas de piedra prismáticas llamadas estelas para celebrar los gobiernos y los ritos de iniciación de la clase gobernante, y por lo general del mismo gobernante supremo”.
7. Maline D. Werness-Rude and Kaylee R. Spencer, “Imagery, Architacture, and Activity in the Maya World: An Introduction,” in Maya Imagery, Architecture, and Activity: Space and Spatial Analysis in Art History, ed. Maline D. Werness-Rude and Kaylee R. Spencer (Albuquerque, NM: University of New Mexico Press, 2015), 46. También tenga en cuenta su traducción de lakam tuun como “piedra grande” en la pág. 45.
8. Miller and Taube, An Illustrated Dictionary of The Gods and Symbols of Ancient Mexico and the Maya, 157: “El ímpetu para erigir estelas llegó por primera vez en el periodo formativo medio (900-300 a. C.), entre los olmecas, cuando los esfuerzos para registrar la historia se desarrollaron. Las Estelas en La Venta representan a gobernantes históricos con vestimentas que simbolizan y refuerzan el oficio y poder de un rey anterior”.
9. Robert J. Sharer and Loa P. Traxler, The Ancient Maya, 6th edition (Stanford, CA: Stanford University Press, 2006), 182–183.
10. Gardner, Second Witness 3:65: “La breve explicación de los eventos representados en la estela, tienen contraparte en varias de las estelas del periodo Clásico posterior (a. C. 250-800) entre los mayas, aunque la correspondencia no es precisa. La presencia de los antepasados ​​dan fe del derecho de gobernar de la figura principal. Basado en las estelas conocidas que se tratan de reyes y la historia, es cierto que Coriántumr habría sido la figura central de esa estela”.
11. Para la historia del descubrimiento de las ruinas y civilizaciones mesoamericanas, véase David Drew, The Lost Chronicals of the Maya Kings (Berkley and Los Angeles, CA: University of California Press, 1999), 18–110. Las referencias de la estela descubierta se pueden encontrar en la p. 33 (1576, en una carta española no publicada), pp. 51-52 (1834, en un reporte oficial al Gobierno de América Central), y muchos son mencionados entre las pp. 54-61 describiendo los descubrimientos de Stephens y Catherwood. Drew comenta que después del primer descubrimiento e interacción con los mayas en el año 1500, “todos los primeros registros y antigüedades de la cultura maya por sí mismas se convirtieron en material arqueológico enterrado en biblioteca y olvidado… por casi trescientos años” (p. 35). Los exploradores españoles empezaron a tomar de nuevo algún interés a finales del siglo de 1700 y a principios del siglo de 1800, pero la turbulencia política tanto en Europa como en América Latina que empezó a principios del siglo XIX impidió exploraciones serias hasta la década de 1820 (pp. 36-45). Parte del material español a finales del siglo XVIII, que describía a Palenque, fue traducido al inglés y publicado en Londres en 1822, “pero el interés en el libro fue lento en empezar” (pp. 45-46, cita en la p. 46). Aunque había algunas publicaciones adicionales en Europa, en inglés y otros idiomas en 1830, no fue sino hasta el trabajo de Stephens y Catherwood a principios de 1840 que se dio “a un público ávido [tanto en Estados Unidos y Europa] el primer registro gráfico y extenso de una civilización desaparecida y desconocida” (p. 72).
12. Para una revisión corta y fácil de leer sobre esta historia, véase Daniel Johnson, Jared Cooper, and Derek Glasser, An LDS Guide to Mesoamérica (Springville, UT: Cedar Fort, 2008), 55–59 (barra lateral).
13. Fue en el año 1960 (más de 130 años después de que el Libro de Mormón fue publicado) cuando Tatiana Proskouriakoff publicó por primera vez la evidencia de que muchas estelas conmemoran eventos históricos y logros de los reyes, en lugar de simplemente relatar cuentos míticos de los dioses. Después, por los años de los 90 (más de 160 años después de que el Libro de Mormón fue publicado) que David Stuart comentó que el significado de lakam-tuun es “piedra grande”.
14. Véase Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué se mencionan caballos en el Libro de Mormón? (Enós 1:21)“, KnoWhy 75 (abril 5, 2017).

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Referencia a las escrituras

Traducido por Central del Libro de Mormón