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KnoWhy #479

¿Cómo se entiende el Día de la Expiación en el Libro de Mormón?

diciembre 26, 2018
KnoWhy #479
"Christ Bearing the Cross" (Cristo cargando la cruz) por un pintor neerlandés a través de The Met
"Christ Bearing the Cross" (Cristo cargando la cruz) por un pintor neerlandés a través de The Met
“Por tanto, los fines de la ley que el Santo ha dado, para la imposición del castigo que se ha fijado, el cual castigo que se ha fijado se halla en oposición a la felicidad que se ha fijado, para cumplir los fines de la expiación”.
2 Nefi 2:10

El conocimiento

En el Libro de Mormón, ser puros es importante. 1 Nefi 10:21 declara que “si habéis procurado hacer lo malo en los días de vuestra probación, entonces os halláis impuros ante el tribunal de Dios; y ninguna cosa impura puede morar con Dios; así que, debéis ser desechados para siempre”. Este versículo sugiere que hacer lo “malo” está simbólicamente conectado a ser impuro. Observar cuidadosamente las leyes de rituales de purificación en el Antiguo Testamento de acuerdo con la ceremonia del Día de la Expiación puede ayudar a explicar cómo podemos llegar a ser simbólicamente limpios y entrar a la presencia de Dios.

De acuerdo con la Ley de Moisés, muchas cosas podrían hacer que una persona sea ritualmente impura. El escritor medieval judío Maimónides declaró que hay muchos tipos diferentes de impureza, y que en cualquier momento determinado “solo pocas personas son puras” según las leyes de rituales de purificación del Antiguo Testamento y las leyes judías.1 Uno de los principales problemas con ser impuros era que la persona tenía que ser separada de otras personas por el resto del día y de esa manera eran separados del pueblo del convenio por un periodo de tiempo (véase Levítico 11:24–40).2

Aunque ser impuro bajo la primera ley Mosaica se manejaba esencialmente como un problema físico (véase Levítico 5:2-3, 11:47), de acuerdo con Levítico 10:10, se suponía que Aarón debía hacer una distinción entre “lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio”. Esto parece involucrar y conectar tanto los aspectos físicos como espirituales de ser limpio e inmundo. Un comentario antiguo sobre Levítico llamado Sifra, habla sobre Levítico 19:2 que de manera similar declara: “‘Seréis Santos’, es decir, obediente a sus mandamientos”, y continúa explicando que el romper los mandamientos trajo sobre la persona un tipo de inmundicia.3

Esta conexión entre lo espiritual y la impureza física implica que, si alguien es desterrado de la presencia física del pueblo de Dios por ser físicamente impuro, entonces serían separados espiritualmente del mismo Dios por ser espiritualmente impuros hasta que esa condición de impureza fuera quitada. Amulek explicó esto en Alma 11:37 cuando él declaró que “ninguna cosa impura puede heredar el reino del cielo… Así que no podéis ser salvos en vuestros pecados”. Más tarde, en Alma, incluso se nos dice que nuestra impureza significa que seremos expulsados si no nos arrepentimos (Alma 40:26).

Por lo tanto, en un sentido espiritual, Maimónides estaba en lo correcto. Hay tantas maneras en que una persona puede llegar a ser espiritualmente impura que pareciera que la humanidad se ha quedado sin esperanza. Solo Cristo puede cerrar esa brecha entre la humanidad impura o pecadora y, finalmente, un Dios limpio y puramente justo, y la comprensión nefita de la ley de Moisés ayuda a explicar este punto.4

Un conjunto de rituales mosaicos desarrollados en el Día de la Expiación, lo ilustra muy bien. Levítico 16 explica el ritual de Yom Kippur o el Día de la Expiación. Los sacrificios de este día están destinados a purificar a toda la nación de sus pecados (véase Levítico 16:21). Estaba diseñado particularmente para redimir al templo de la impureza adquirida a través de visitantes impuros quienes se pudieron haber presentado en el templo después de llegar a ser involuntariamente impuros (v. 33).5 Si una persona se daba cuenta de que había pecado “inadvertidamente” debía traer un sacrificio personal como “ofrenda por el pecado” (Números 15:27–29), pero el sacrificio del sumo sacerdote en Yom Kippur expía todas las transgresiones, incluso aquellas que permanecían desconocidas para nosotros.

En ese día, el sumo sacerdote ofrecía un buey, un carnero y una cabra y reservaba una segunda cabra para otra ofrenda (Levítico 16:14-15, 21). Luego el sumo sacerdote hacía algo que solo hacía una vez al año: iba al Lugar Santísimo y purificaba el lugar más sagrado con la sangre de los animales que había sacrificado (v. 19). Al hacerlo, ponía sus manos en la segunda cabra y de manera simbólica transfería los pecados de todos los hijos de Israel a ese animal (v. 21). Finalmente, un hombre previamente asignado llevaba esa cabra al desierto, lejos del pueblo, y de esta manera simbólicamente quitaba los pecados de la nación (v. 21).

Imagen representado la Crucifixión por Harry Anderson y la ilustración por 2dmolier a través de Adobe Stock
Imagen representado la Crucifixión por Harry Anderson y la ilustración por 2dmolier a través de Adobe Stock

El Libro de Mormón algunas veces parece referirse a esta ordenanza del Día de la Expiación y parte de la razón por la que lo hace puede ser para enfatizar la naturaleza universal de la expiación de Cristo.6 La expiación universal, en oposición de la impureza universal que experimenta la humanidad, se representa en 2 Nefi 2:10. Este versículo establece que es la intercesión universal que lleva a todos los hombres a Dios, la cual satisface “los fines de la expiación”,7 cuando las personas se alejan de “todos sus pecados” (Mosíah 27:353 Nefi 3:255:327:19Moroni 6:2).

Hay un aspecto adicional del Día de la Expiación que se expande en el Libro de Mormón y esa salvación es para los que se profanan de manera accidental. En Levítico, parece que el Día de la Expiación se ocupa de solamente aquellos que accidentalmente traen la impureza en el santuario. 2 Nefi 9:26 parece expandir esta recompensa celestial incluso a aquellos a quienes “no se ha dado la ley”.8 Esto significa que aquellos que pudieron haberse profanado involuntariamente, porque incluso no saben que esa profanación podría suceder, todavía pueden ser redimidos por el sacrificio del Cordero de Dios.9

De la misma manera, Mosíah 3:11 también establece que la sangre de Cristo expía los pecados de aquellos que hayan muerto “sin saber la voluntad de Dios concerniente a ellos, o que han pecado por ignorancia”, lo cual probablemente incluye tanto aquellos que pecaron por ignorancia porque no comprendían el concepto del pecado, así como también aquellos que conocían la ley, pero que accidentalmente pudieron haber tenido contacto con cualquier impureza que podría profanar el santuario también.10

Una conexión final del Día de la Expiación viene en Mosíah 4:2, cuando el pueblo siente el perdón de Dios y piden que la sangre expiatoria de Cristo sea “aplicada” a ellos. El concepto de la sangre expiatoria siendo “aplicada” puede referirse a Levítico 16:14-19, 27, en donde el sacerdote aplicaba la sangre a varias partes del templo, purificándolas así.11 De la misma manera, la sangre de Cristo, se aplica a nosotros de manera simbólica, por medio de su expiación, puede limpiarnos de la impureza simbólica que todos experimentamos a través del pecado.12 Levítico lo expresa bien al decir que “la misma sangre hará expiación por el alma” (Levítico 17:11).

El porqué

Todo esto es de vital importancia. Comprender y recibir las bendiciones de la Expiación de Jesucristo y conocerlo como el que ha sido enviado por el Padre, es de lo que se trata la vida eterna (Juan 17:3). Más que cualquier otro libro de escritura, el Libro de Mormón aclara el funcionamiento completo de Su expiación en nuestras vidas.

A primera vista, puede ser difícil ver cómo la antigua ley de Moisés se relaciona con los cristianos que viven en el siglo XXI. Los cristianos de hoy no guardan más la ley de Moisés, por lo que el paradigma de los rituales de limpieza para limpiar la impureza física puede parecer distante y sin importancia. Pero Jesús dijo que Su propósito no era destruir ni una jota ni un tilde de la ley, sino “cumplirla” y darle un propósito eterno a cada “uno de estos mandamientos [y principios] muy pequeños” (Mateo 5:17-19).

Las personas modernas ya no consideran que el “pecado” incluye errores involuntarios o inadvertidos. Sin embargo, todas las personas son espiritualmente impuras. Algunas veces somos inconscientes de nuestras deficiencias y carencias espirituales. A veces nos engañamos a nosotros mismos, no reconociendo nuestros problemas, cosas que pudimos haber dicho o hecho que aún son perjudiciales para otras personas y que, por lo tanto, causa pesar a Dios. Por todas esas cosas, todos deben ofrecer su propio sacrificio en humildad pidiendo a Jesucristo que aplique Su sangre expiatoria para que nos limpie. Los cristianos ya no ofrecen más sacrificios animales, sino que ahora se espera y se requiere que cada persona ofrezca conscientemente “como sacrificio un corazón quebrantado y un espíritu contrito” (3 Nefi 9:20).

Imagen por Book of Mormon Central
Imagen por Book of Mormon Central

Ahora en día todo cristiano debe creer en y aceptar la expiación de Cristo de la misma manera en que lo hicieron los profetas, sacerdotes y reyes justos en el antiguo Israel. Mientras que reconocer que el “[h]acer justicia y juicio es para Jehová más agradable que el sacrificio” (Proverbios 21:3), esto no significa que el sacrificio no fuera importante. Y mientras que “[e]l sacrificio de los malvados es abominación a Jehová” (Proverbios 15:8), los sacrificios de los justos siempre fueron un deleite a Jehová (Deuteronomio 33:19; Salmo 4:5; 51:19).  Debemos sacrificarnos de todo corazón como el Señor nos ha mandado ahora y mirarlo de buena gana a Él, permitiendo que su sangre expiatoria cubra nuestros innumerables pecados.

Los pueblos en el Libro de Mormón tenían gran fe de que el Mesías redentor vendría en el futuro. Nefi declaró: “[Y] a pesar de que creemos en Cristo, observamos la ley de Moisés, y esperamos anhelosamente y con firmeza en Cristo, hasta que la ley sea cumplida… … por tanto, para nosotros la ley ha muerto, y somos vivificados en Cristo a causa de nuestra fe” (2 Nefi 15:24–25). Los nefitas se dedicaron a mirar “adelante hacia aquella vida que está en Cristo, y [a saber] con qué fin fue dada la ley” (2 Nefi 25:24-27). Podemos mirar hacia atrás tanto a la ley de Moisés como a la expiación de Cristo y saber por qué la ley fue dada. Los santos de Dios debieron tener tanta fe en la venida de Cristo en el pasado como las personas hoy en su futura venida. Su expiación es infinita y eterna, llegando verdaderamente en todos los tiempos: pasado, presente y futuro.

Cristo sí vino. Su sangre expía los pecados, de todo tipo, de todas las personas. Cada ser humano ha pecado, algunas veces de manera involuntaria y cada ser humano experimenta la angustia de estar en una condición caída. Solo Cristo puede hacer que cada persona esté completamente limpia, sin mancha. Su expiación alcanza cada fibra de nuestro ser. Por medio de Él, todas las personas pueden llegar a ser absolutamente puras. Todo lo que Él pide es que cada persona se vuelva a Él de manera voluntaria, le agradezca por todo lo que ha hecho, curado y arreglado y continúe caminando con amor y fidelidad el camino que lo lleva a Él.

Otras lecturas

Terrence L. Szink y John W. Welch, “An Ancient Israelite Festival Context“, en King Benjamin’s Speech: “That Ye May Learn Wisdom” (Provo, UT: FARMS, 1998), 148–223, particularmente páginas 174-183.

John S. Thompson, “Isaiah 50–51, the Israelite Autumn Festivals, and the Covenant Speech of Jacob in 2 Nephi 6–10“, en Isaiah in the Book of Mormon, ed. Donald W. Parry y John W. Welch (Provo, UT: FARMS, 1998), 123–150.

 

1. Él explicó que “incluso si una persona no toca a una bestia muerta, apenas puede evitar tocar uno de los ocho tipos de animales rastreros, cuyos cuerpos muertos encontramos todo el tiempo en casa, en la comida y en la bebida, que pisamos con frecuencia cuando caminamos”. Aun si una persona logra evitar cualquiera de estas cosas, una persona puede accidentalmente “tocar a una mujer en su separación, o un hombre o mujer que tenga flujo, o un leproso o su lecho”. Incluso si una persona se purifica a sí misma de todas estas cosas, no se le permite entrar a los recintos del templo hasta el siguiente día. Por lo tanto, una persona “de nuevo, durante la noche, está sujeta a llegar a ser impura… y podría levantarse en la mañana en la misma condición que el día anterior”. Incluso si alguien evitara todo eso, todavía tendría que sumergirse a sí misma en agua para ser considerado lo suficientemente puro para ir al templo. Moses Maimonides, The Guide for the Perplexed, trans. Michael Friedländer, (London: Routledge, 1904), 367–368.
2. Jonathon Riley, “Atonement for the Soul: Ritual Cleanliness and the Return to God”, presentación dada en el año 2011 en BYU Religious Education Student Symposium.
3. Jonathon Riley, “Atonement for the Soul”.
4. Jonathon Riley, “Atonement for the Soul”.
5. Jonathon Riley, “Atonement for the Soul”.
6. La palabra expiación aparece 75 veces solo en la Ley de Moisés, por lo que la palabra expiación en el Libro de Mormón no siempre implica la representación del Día de la Expiación.
7. Jonathon Riley, “Atonement for the Soul”.
8. Para conocer más sobre la relación entre este discurso y el Día de la Expiación, véase Book of Mormon Central en Español, “¿Se refirió Jacob a las fiestas de otoño de Israel? (2 Nefi 6:4)” KnoWhy 32, (9 de febrero de 2017).
9. Jonathon Riley, “Atonement for the Soul”.
10. éase Book of Mormon Central en Español, “¿Los nefitas tuvieron ‘temporada navideña’ como en nuestros tiempos? (Mosíah 2:4)“, KnoWhy 394, (17 de julio de 2018).
11. ara conocer más sobre esto, véase Terrence L. Szink y John W. Welch, “King Benjamin’s Speech in the Context of the Ancient Israelite Festivals“, en King Benjamin’s Speech: “That Ye May Learn Wisdom”, ed. John W. Welch y Stephen D. Ricks (Provo, UT: FARMS, 1998), 174–177.
12. éase Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué el rey Benjamín se enfocó tanto en la sangre de Cristo? (Mosíah 4:2)“, KnoWhy 82, (13 de abril de 2017).

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Referencia a las escrituras

Traducido por Central del Libro de Mormón